17 mar. 2025

Implante de células grasas, una promisoria terapia contra el cáncer

Sabiendo que cada tumor tiene nutrientes preferidos, los investigadores modificaron la grasa solo para que comiera ciertos nutrientes, y el resultado fue efectivo. La liposucción sirvió como referencia.

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Éxito. Las células grasas acabaron con dos tipos de células de cáncer de mama, células de cáncer de colon, páncreas y próstata.

gentileza/ internet

Tienen capacidad de absorber todos los nutrientes a su alrededor y “matar de hambre” a las células cancerígenas: una investigación de la Universidad de California, San Francisco (UCSF) ha descrito cómo el implante de células grasas puede convertirse en una prometedora terapia contra el cáncer.

El estudio, recogido este martes en la revista Nature Biotechnology, expone cómo las células adiposas pueden acaparar los recursos o nutrientes de los tumores, y vencer hasta cinco tipos de cáncer en experimentos de laboratorio.

Se trata de una técnica derivada de las liposucciones. Los investigadores tomaron como referencia las técnicas de extracción de células grasas mediante liposucción y su posterior reimplante mediante cirugía plástica.

Usaron la tecnología de edición genética CRISPR para convertir células adiposas blancas normales en células adiposas beige, que consumen vorazmente calorías para generar calor.

A continuación, las implantaron cerca de los tumores, en experimentos con ratones, de forma similar a cuando los cirujanos plásticos inyectan grasa de una parte del cuerpo para rellenar otra.

El resultado fue que las células grasas absorbieron todos los nutrientes y ‘mataron de hambre’ a la mayoría de las células tumorales.

El resultado fue efectivo incluso cuando las células adiposas se implantaron en zonas del cuerpo del ratón alejadas de los tumores.

“Al tratarse de una técnica muy conocida en cirugía plástica podríamos acelerar su aplicación como terapia celular contra el cáncer”, avanza uno de los autores, Nadav Ahituv, experto en genética y bioingeniería de la UCSF en un comunicado de la universidad.

EDICIÓN GENÉTICA. Los investigadores usaron la tecnología genética CRISPR para activar genes ‘hambrientos’ de energía (UCP1) en las células de grasa blanca, donde no están de forma natural.

Cultivaron células grasas con el gen UCP1 activado (abajo) y células cancerosas (encima) y vieron cómo, al tener que compartir nutrientes, las células grasas se quedaban con todo el alimento y las otras terminaban muriendo.

“En nuestro primer experimento, muy pocas células cancerosas sobrevivieron. Pensamos que habríamos cometido algún error, pero repetimos varias veces y seguimos viendo el mismo efecto”, recuerda Ahituv.

Las células grasas acabaron con dos tipos distintos de células de cáncer de mama, así como con células de cáncer de colon, páncreas y próstata.

Para comprobar que las células de grasa implantadas funcionarían en el cuerpo humano en un contexto más realista, recurrieron a organoides adiposos (réplicas de órganos humanos en tres dimensiones creadas a partir de células madre).

El método volvió a funcionar contra el cáncer de mama, páncreas y próstata: Las células cancerígenas murieron de hambre cuando las células grasas engulleron todos los nutrientes disponibles.

ADAPTACIÓN AL TUMOR. En otro experimento adicional, la doctora Jennifer Rosenbluth, especialista en cáncer de mama de la UCSF, comprobó la efectividad de la técnica en muestras de mastectomías por cáncer de mama que contenían tanto células grasas como células cancerosas.

“Como la mama tiene mucha grasa, podíamos obtener grasa de la misma paciente, modificarla y cultivarla en un único experimento con las células de cáncer de mama de la propia paciente”, apunta Ahituv.

Sabiendo que cada tumor tiene nutrientes preferidos, los investigadores modificaron la grasa solo para que comiera ciertos nutrientes, y el resultado fue efectivo. “Esto indicaría que la grasa podría adaptarse a las preferencias dietéticas de cualquier tipo de cáncer”, añade el investigador.

Las células adiposas son fáciles de obtener de los pacientes: Crecen bien en el laboratorio y pueden modificarse para que expresen distintos genes y adopten diferentes formas, recuerdan los investigadores.

Además, las células grasas “se comportan bien una vez reintroducidas en el cuerpo, sin salirse del lugar donde se implantaron y sin afectar al sistema inmunitario”.

“Por su capacidad para vencer al cáncer incluso cuando no están junto a los tumores, podrían resultar extremadamente efectivas para tratar cánceres de difícil acceso como el glioblastoma, que afecta al cerebro”, avanzan.

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