Al respecto, señaló que el comercio global presenta varios desafíos como las cuestiones políticas, así como las guerras y el contrabando. No obstante, en Sudamérica mucho de los desafíos todavía pasan por los geográficos y la falta de integración entre países vecinos.
“Los desafíos geográficos que tenemos en la región, el tamaño de la región, la cultura americana, las montañas, las selvas, los ríos, la dificultad para poder hacer infraestructuras integrales. En adición a eso tenemos una serie de deficiencias organizacionales y adicionalmente los problemas de barreras arancelarias, es decir, normativas que hemos ido colocando encima del problema geográfico”, apuntó.
Lamentó que solamente se tenga desafío geográfico, sino además una complejidad normativa y adicionalmente la ineficiencia en la frontera.
“Si llevamos esto a los tiempos de viaje, los tiempos que se demora la carga dentro de Sudamérica, si lo vemos por velocidad, estamos hablando de un promedio de 18 kilómetros por hora versus 80 a 90 a 100 kilómetros de hora en países desarrollados e inclusive en las economías cercanas. Si lo vemos por el lado de los costos del transporte sobre el total de la carga, los nuestros, en Sudamérica son 15% más caros que en el resto de la región”, reveló.
Dijo que a esto se lo conoce como una especie de arancel geográfico, o arancel de deficiencia, que se traslada lógicamente a los productos, lo que a su vez encarece el costo de vida de los sudamericanos y afecta la capacidad de la economía de poder reducir la brecha de inequidad.
En ese sentido, Díaz-Granados sostuvo que el Directorio del Banco CAF tiene enfocada sus acciones en cuatro aspectos: reducir los costos de la economía, esencialmente con bienes y facilidades de comercio; promover mayor infraestructura para la integración física y funcional de Sudamérica. Además de adecuar la integración doméstica y regional para la creación productiva y por último arquear dicha agenda con la parte ambiental, en la parte social y en la parte de cambio climático.
Agregó que para que pueda promover mayor infraestructura física para América Latina y en particular para Sudamérica, exige además “una mayor coordinación entre los bancos de desarrollo y con los gobiernos”, remarcó.