16 dic. 2025

Esperanzas

Es la que tenemos. La que anhelamos y la que esperamos que no enmohezca. El año que se fue ha sido trágico con más de 16.000 muertos por Covid; la mitad de los fallecidos en los combates del Chaco o los que cayeron en la Guerra Civil del 47 en el siglo pasado. Paraguay se reencontró con su nodriza, la muerte, y pareciera que no nos hemos perturbado lo suficiente. Seguimos creyendo que “así nomás son las cosas en este país”, que ni la muerte nos hará cambiar. Somos mortalmente conservadores. Procuramos olvidar en celebraciones pasajeras nuestras tragedias para volver a desandar el camino conocido. El calor del verano, la mala educación que la consideramos natural a nuestra esencia, el escaso cuidado a nuestra salud y las elecciones que terminan escogiendo a los mismos malos de siempre. La prostituida Justicia acomodando los cargos en función de los temores políticos o persignados ante el dinero de los corruptos. Volverán los campesinos en marzo como las golondrinas en otoño y seguiremos caminando en círculos mientras no nos rebelemos contra nuestro sino trágico.

Hay cosas para tener esperanzas, pero son tan pocas o están tan desunidas que la fortaleza y el ruido de los malos aumentan la debilidad y el silencio de los buenos. Volveremos a ganar las calles por un momento. Los adversarios del cambio saben que pronto se cansarán o serán comprados por un sistema que todavía muestra consistencia de años de someter a un país como el nuestro. Los que desean supuestamente el cambio se encargan —sin asumir o conscientemente— de hacer fracasar todo intento de concertación o de alianza. Los de siempre ya lo saben. Compran unos cuantos para dividirlos comicialmente o para llevarlos al Congreso y convertirlos en el hazmerreír de todos. La democracia paraguaya requiere una profunda renovación. Hemos estado jugando a ella y con ella. Los referentes actuales siguen siendo fieles a los periodos donde se amamantaron de politiquería o fueron serviles al tirano de turno. Nos dijeron que habían cambiado cuando en realidad siguieron siendo los mismos. No pueden hacer la transmutación de algo que les pide transparencia, eficacia y servicio. Ellos no desean eso hacia un electorado al que desprecian de manera profunda al punto de calificarlos de meretrices en masa de un país convertido en prostíbulo para su lascivia corrupta y degradada. Hay esperanzas como a veces ciertas plantas florecen en un muladar.

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Hay que tener mucha fe —que es creer sin ver— para convertir nuestra realidad en algo distinto. Tenemos que creer en los buenos ejemplos que tuvimos en periodos cortos de nuestra historia para convertirlos en valores recurrentes sobre los cuales cimentar una Nación que sea capaz de generar un Estado que se le parezca en sus virtudes y no la retrate en su decadencia.

Esperanza para vernos en un horizonte distinto. En un país que pase la hoja de esta pandemia y que renazca de forma distinta. Que se anime a ser. Que florezca y que no considere a los honestos y capaces unos tontos que solo se merecen dejar el país para buscar mejores horizontes.

Seamos dignos del Paraguay para que la esperanza nos dé la ilusión para que alguna vez digan que en el 2022 fuimos capaces de ser distintos a los personajes de las tragedias que se hicieron referentes por tanto tiempo. Podemos hacerlo. Animémonos a ser distintos.

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