El cardenal valoró los avances en materia económica, particularmente, las iniciativas que pueden implicar beneficios para el país, como el acuerdo recientemente logrado con el Brasil respecto a la tarifa de Itaipú, lo cual permitirá al país disponer de recursos adicionales para atender las urgentes necesidades sociales, “siempre que se apliquen de manera correcta y transparente”, dijo.
Deberá encararse, no obstante, apuntó el prelado “la revisión del modelo económico vigente, que consigue crecimiento, pero sigue predominando la informalidad y no contribuye para mejorar significativamente la inclusión social y la calidad de vida de los sectores menos favorecidos”. Mencionó datos oficiales que indican que cerca del 42% de los trabajadores ganan menos del salario mínimo, que de por sí es insuficiente para cubrir las necesidades básicas, “con productos que suben de precio frecuentemente”. Y apuntó asimismo al hecho de que la mayoría de la población no tiene posibilidad de una jubilación ni acceso a salud pública o privada.
En el día de la independencia patria, el arzobispo instó a que los poderes del Estado cumplan, sus roles, en medio de la condición básica de la independencia y el equilibrio. Recordó también la necesidad de fortalecer la Justicia para que esta mantenga su autonomía frente a los poderes fácticos; que la integridad ética de sus miembros sea indubitable para la ciudadanía y que su actuación sea una garantía para el Estado de derecho.
“Una Justicia independiente será la mejor garantía para luchar contra la corrupción, el crimen organizado y la impunidad”, subrayó Martínez.
Un momento importante del mensaje estuvo centrado en el principio de la tolerancia. Por eso aconsejó a nuestra clase política, así como también a líderes y actores sociales y políticos a fomentar la cultura del encuentro, del buen trato, a propiciar el diálogo entre paraguayos, en suma, a buscar consensos que apuntalen el bien común. En este sentido, deben ser bienvenidas las palabras de Adalberto Martínez, en cuanto a que “las confrontaciones, la polarización y la intolerancia debilitan la cohesión social que necesitamos para encaminar nuestro destino como nación, como patria”.
Más que nunca el país necesita reconstruir la institucionalidad, para esto se deberá trabajar arduamente, como dice el mensaje del tedeum, a favor de una sociedad cohesionada en el respeto irrestricto de la dignidad humana, el trabajo, la solidaridad y el bien común. “Un Estado Social de Derecho se propone fortalecer servicios y garantizar derechos considerados básicos para una vida digna y plena de las personas que habitan en el suelo patrio, “priorizando a los más vulnerables pueblos campesinos e indígenas”.
Es evidente, tal como señaló el cardenal Martínez, nada de esto será posible en el Paraguay, si no contamos con una ciudadanía organizada, articulada y con capacidad de indignación y de reacción ante los hechos que amenazan sus derechos fundamentales y la estabilidad de la República porque como bien subrayó: “El Paraguay libre, soberano, próspero y feliz que se quiere necesita de todos sus hijos, unidos en torno a una visión común de país, más allá de las diferentes opciones políticas, de los grupos de intereses o de las convicciones religiosas”.