La conjunción de un aumento generalizado de los precios con bajo crecimiento económico introduce un nuevo riesgo que las autoridades económicas deben incorporar en la agenda pública, ya que requerirá medidas adicionales a las actuales si no se quiere que estos problemas se extiendan al mediano plazo y compliquen el escenario negativo.
La consecuencia de varios meses de inflación con bajo crecimiento conlleva el aumento del desempleo y el deterioro de los empleos ya existentes. El desempleo ya venía mostrando una tendencia creciente antes de la pandemia, situación que se agravó en los años recientes. Si además se analizan sectores particulares como el de la juventud y la mujer, las tasas promedio son todavía más altas.
Para los que tienen empleo, la situación no está mejor. El 65% de los trabajadores son informales y alrededor del 70% no logran ganar un monto equivalente al salario mínimo.
En estas condiciones, los hogares paraguayos no tienen ninguna posibilidad de enfrentar los efectos de un aumento del costo de vida. La mayor parte de las familias no cuentan con margen para reducir su consumo. La respuesta a la inflación será el deterioro de la canasta básica, principalmente de alimentos, ya que es allí donde el aumento de los precios está siendo más grave.
Los costos serán altísimos en bienestar y también para el Estado. Una mala nutrición es causa directa de enfermedades, bajos niveles de productividad en el trabajo en la adultez y poca probabilidad de aprendizaje en la niñez. Otra consecuencia directa en la infancia y adolescencia es el trabajo infantil, ya que otros integrantes del hogar deben incorporarse al mercado laboral para generar más ingresos y ayudar al mantenimiento del hogar.
Las condiciones están puestas para el deterioro de la calidad de vida de las familias, con la probabilidad del retroceso de los avances logrados en los últimos 15 años en solo uno o dos años de pandemia y pospandemia.
Frente a los niveles de conflictividad, malestar y desaprobación ciudadana, este escenario es altamente peligroso no solo para la gobernabilidad política sino también para las expectativas que afectan a la inflación.
Por un lado, el desempeño económico requiere convivencia pacífica para que sus resultados se distribuyan en la sociedad. Por otro lado, la posibilidad de interrumpir un proceso inflacionario no solo depende de políticas monetarias restrictivas o del aumento de la oferta de bienes y servicios, sino también de las expectativas que se generan en los consumidores. A mayor expectativa de inflación, menor margen de las políticas económicas para su reducción.
Las autoridades económicas deben ser conscientes del escenario que tienen enfrente y diseñar políticas económicas que atiendan estos riesgos. Poner el bien común en primer lugar requiere valentía en un Estado cada vez más influenciado por los intereses particulares. Se espera de autoridades y técnicos capacidad técnica, solvencia y determinación en un momento como este.