Mientras en otros lugares alrededor del mundo las ciudades se han vuelto cada vez más sustentables y centradas en dar bienestar y calidad de vida a los ciudadanos, apostando a reducir la contaminación con amplios espacios verdes, arborizando, peatonalizando calles y apostando a energías alternativas que contaminan menos, en el Paraguay seguimos siendo dependientes del combustible fósil.
Somos por esta razón un país frágil y dependiente, en un mercado que es sensible a situaciones dramáticas como la que está ocurriendo actualmente en Ucrania, que a pesar de estar ubicada a miles de kilómetros del Paraguay, dicho conflicto impacta claramente en nuestra economía, habiendo ya generado una crisis que lejos está de haber sido resuelta. Cuando apenas comenzábamos a levantar la cabeza después de dos años de pandemia por el Covid, ahora nos toca lidiar con la crisis del combustible.
La solución hallada transitoriamente por el Gobierno –establecer un subsidio a Petróleos Paraguayos SA (Petropar) para bajar los precios de combustibles– es solamente posponer la cuestión, enfriar el partido y ver cómo sigue el conflicto y la coyuntura internacional. Más tarde o más temprano habrá que tomar otras decisiones, y definitivamente el subsidio no es la solución. Como dijo el analista económico Amílcar Ferreira, el subsidio a los precios de combustibles de Petropar hace que el contribuyente termine pagando parte del costo del flete para el transporte de la soja.
Como ya se ha repetido incansablemente, la matriz energética del Paraguay es insostenible económica, social y ambientalmente, y eso está demostrado por los propios datos oficiales. Nuestra demanda de energía puede verse desde afuera no solo como absurda y ridícula, además de temeraria e irresponsable: la principal fuente energética es la biomasa, que absorbe el 44%, seguida por los hidrocarburos con el 40% y, en un lejano tercer lugar, la electricidad, con participación de 16%. Paraguay es un país con una lamentable vocación de atraso, por una clase política que solamente busca satisfacer sus propios intereses.
Mientras los paraguayos soportan un pésimo servicio de transporte público, que los obliga a perder varias horas al día, viajando en unidades en mal estado, transitando por ciudades hundidas en el caos por la falta de planificación que hizo que conducir el vehículo propio sea la única salida, toda esa movilidad se basa exclusivamente en el uso del combustible, el que además de ser caro nos obliga a ser dependientes, y además es altamente contaminante.
Necesitamos con suma urgencia contar con una política energética que potencie la abundante energía limpia. Es por eso precisamente que urge que se planteen en el país políticas públicas para delinear el uso de la hidroenergía. Somos uno de los mayores productores de energía limpia y renovable y, sin embargo, utilizamos fuentes que nos hacen ineficientes y que además generan malestar social y destruyen el ambiente. Es hora por lo tanto de dejar de aplicar parches a problemas tan graves. Es mucho lo que vamos a ganar: abandonar la dependencia, mejorar la economía, cuidar del ambiente y calidad de vida para los ciudadanos.