Martes, del recuerdo no te apartes
Por Pedro García
Con el permiso de los lectores, quiero contar mi experiencia personal.
Décadas atrás, había un sitio famoso (Caracol), conocido también como “la Catedral del ruido”. Era el lugar de esparcimiento de la juventud de aquel tiempo. Pero un día a la semana, el local hacia abstracción de los “hits” del momento y se daba rienda suelta a los éxitos del ayer, en lo que se caratuló como “martes de nostalgia”.
En ÚLTIMAHORA.COM se nos ocurre traer al presente evocaciones del pasado, pero no en relación a la música, sino en lo que es nuestra área predilecta (los deportes). De ahí que ya empezamos a navegar en este desafío, haciendo caso omiso a los supersticiosos que dieron vida a aquel otro dicho “martes, no te cases ni te embarques”.
El tema en esta oportunidad, tiene que ver con un acontecimiento del que dìas atrás se cumplieron 100 años: el nacimiento de Arsenio Erico.
No tuve la suerte de verlo jugar. Sí, disfruté de la calidad y los goles de Eulogio Martínez, el gran número 9 del Libertad campeón de 1955. Hoy cercano a ser septuagenario, en el altar de los más grandes ídolos deportivos continúo venerándolo como en mi todavía corta niñez, al mejor jugador del balompié paraguayo que me tocó ver en mi vida. Hoy sigo pensando igual. Entonces, me parecía imposible que hubiera alguien mejor. Pero mi padre me confesó que hubo otro número 9, que no solo fue más grande, sino que soportaba cualquier comparación con los últimos formidables astros internacionales, el mayor de los cuales, Alfredo Di Stefano que brillaba en el Real Madrid, en su momento incluso confesó lo mismo.
Joaquín Carballo Serantes (Fioravanti), uno de los más reconocidos narradores del futbol argentino de comienzos de la era profesional, encabezó un material sonoro en discos de acetatos de la época con un sentimiento nostálgico: “Arsenio Erico, el hombre que tanto sentimos que no fuera argentino”.
En un lugar privilegiado de mi casa, atesoro un retrato del crack de antaño, con elegante ropa de calle (saco y corbata) y una dedicatoria de puño y letra a su amigo, mi progenitor, que me enseñó a quererlo, respetarlo y valorarlo antes de tener la dicha de conocerlo personalmente y estrechar esa diestra generosa que dio tanta ayuda a cuanto paraguayo se acercó a pedírsela en sus años de gloria deportiva y apogeo económico en Buenos Aires.
Más allá de las estadísticas de goleador incomparable hasta hoy vigentes en el futbol del vecino país, Erico supo ser un verdadero gentleman dentro y fuera de la cancha.
Cuando irrumpió Pelé en el escenario mundial con toda la magia de su fútbol, quedé deslumbrado y hasta hoy sigue siendo para mí, el número 1.
Pero en el concepto de mi padre, que tambien lo vio jugar a “O Rei”, Erico seguía superándolo. ¿Por qué? – le pregunté asombrado, ya en 1970, después del tricampeonato mundial de Brasil. La contestación fue terminante: “Porque Erico aparte de goleador, de gran atleta, de gran persona, era un artista, un acróbata, un genio, cuyo futbol, si hubiera que pintarlo, merecería el cincel de un Miguel Angel”.
Parafraseando a Fioravanti confieso una frustración: “Arsenio Erico, el incomparable y genial futbolista que no tuvo la suerte de Messi y Cristiano Ronaldo de ser visto por televisión”.
Por si algo más quedara por decir, Papá me remató su valoración del gran crack paraguayo con esta frase: “En el firmamento del futbol argentino de aquella época, en el que fulguraban tantas estrellas formidables, Arsenio Erico era el Sol, el Astro Rey”.