01 jun. 2024

El modelo chileno esconde grietas, según analistas

Seguridad. Soldados custodiaron el metro y supermercados.

Seguridad. Soldados custodiaron el metro y supermercados.

El admirado modelo chileno escondía profundas grietas. Detrás de la estabilidad política y sus envidiadas cifras macroeconómicas, amplios sectores quedaron excluidos, incubando por años un descontento social que estalló con fuerza pero que muchos lo veían venir.

La rabia copó las calles. Ni la salida de militares, decretada el sábado por el presidente derechista Sebastián Piñera en medio del caos, sirvió para ahogar el grito de miles de personas cansadas de las iniquidades de un sistema político que en sus pilares se mantiene casi intacto al heredado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

“Desde afuera solo se veían los logros de Chile, pero dentro hay altos niveles de fragmentación, segregación y una juventud que se hartó y salió a las calles a mostrar su rabia y decepción”, dijo Lucía Dammert, analista de la Universidad de Santiago de Chile.

Con una inflación de 2% anual, una pobreza por ingreso de 8,6% y un crecimiento esperado para este año de 2,5%, uno de los más altos en una región en crisis, el llamado modelo chileno era la envidia de muchos en América Latina, aunque sus indicadores sociales –como salud, educación y pensiones– escondían demasiadas iniquidades.

TENSIONES ACUMULADAS. ”Muchas demandas estaban latentes y no habían sido respondidas. Se acumuló la tensión, la frustración que se refuerza cada día con la cotidianidad”, señaló de su lado Octavio Avendaño, sociólogo y analista político de la Universidad de Chile. Para este especialista no es casual que la génesis del estallido social haya sido el aumento del 3% en las tarifas del metro, un incremento que el presidente Sebastián Piñera congeló el sábado cuando las manifestaciones estaban fuera de control y habían sumado reclamos históricos de la clase trabajadora.

Desigualdad crónica, en un país que ostenta el ingreso per cápita más alto de América Latina (más de 20.000 dólares), un criticado sistema de pensiones que jubila a la mayoría con rentas inferiores al salario mínimo –de 400 dólares–, elevados costos en salud y educación, y la constante presión del mercado inmobiliario que hace a muchos imposible acceder a una vivienda, formaron un cóctel difícil de contener, según los analistas.

AUSENCIA DE ESTADO. El sociólogo Alberto Mayol, de la Universidad de Santiago de Chile, explica que en una sociedad donde todas las prestaciones públicas son de mercado y donde la integración social se produce a través del consumo, las personas necesitan comprar para estar dentro de la sociedad y para ello necesitan endeudarse. El endeudamiento es uno de los grandes males que afectan a los hogares chilenos. Uno de cada tres mayores de 18 años tiene un saldo financiero que no puede enfrentar con sus recursos, según un estudio de la Universidad San Sebastián y Equifax.

Ese endeudamiento afecta en especial a miles que en los últimos años salieron de la pobreza, pero que sufren el agobio de pertenecer a una clase media para la cual no hay muchos beneficios sociales. Son los hijos y nietos de esas familias los que encendieron las llamas de esta revuelta sin precedentes.

Con Sebastián Piñera –un magnate que amasó una extensa fortuna– liderando un gobierno repleto de figuras del mundo empresarial, las manifestaciones están cargadas de alusiones al poder económico de sus dirigentes y la injusticia de un sistema que privilegia el capital.

Mayol advierte que en un gobierno como el de Piñera se concentran el poder económico, el poder político y el institucional, lo que el analista bautiza como “una trinidad en la élite” y provoca la fractura entre la población y sus dirigentes.

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