Ya está en marcha la más grande celebración de los católicos en el Paraguay. El tradicional novenario arrancó con la llegada de los primeros peregrinantes. La Basílica Menor de Caacupé donde aguarda la virgen a sus devotos es el lugar donde se congrega el pueblo que llega a agradecer por alguna promesa cumplida y también llega a descargar la pesada carga en un espacio que es sinónimo de esperanza para los creyentes.
En la capital del Departamento de Cordillera se manifiesta cada diciembre la fe auténtica y sencilla de la gente, que se manifiesta de manera espontánea desde hace décadas. Todavía hoy podemos recordar aquella situación de crisis que vivimos con la pandemia, cuando la fiesta quedó suspendida y el mensaje de los obispos a una plaza vacía y que llevó alivio en medio de una situación catastrófica como fue nuestra crisis del sistema de salud y cuando en los hogares paraguayos se lloraba la pérdida de valiosas vidas.
Porque en Caacupé se manifiesta la fe auténtica y sincera se ha convertido en el púlpito más importante para que sacerdotes y obispos dirijan a los creyentes las palabras justas que les aporten aliento, consuelo, guía y esperanza. Y es también una tribuna desde donde se alzan las voces para reclamar las situaciones adversas que el pueblo debe soportar.
El novenario se inició con críticas al Gobierno de Santiago Peña por el atropello a la Constitución Nacional, tras la imposición de Alicia Pucheta en el Consejo de la Magistratura. También se hizo hincapié en el aumento de la violencia social, asesinatos, feminicidios y asaltos a gran escala.
Denis Antúnez, vicario de la Diócesis del Alto Chaco, criticó el fallido acueducto del Chaco inaugurado en el 2020, que “costó 130 millones de dólares al Estado y no funciona, qué tristeza y los que sufren son los más pobres”, recordó los problemas de cortes de energía eléctrica en todo el Departamento de Alto Paraguay, que perjudica a la población chaqueña y pidió la construcción de caminos de todo tiempo para las comunidades.
El cardenal Adalberto Martínez Flores, arzobispo metropolitano de Asunción y presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya, presidió la misa del tercer día de novenario, y reflexionó sobre la necesidad de actuar conforme a la voluntad de Dios, de ver y reconocer “el rostro sufriente de Cristo” en los más vulnerables, los pobres, los excluidos y descartados de nuestra sociedad.
En su homilía se refirió a las toneladas de alimentos que Paraguay produce y exporta al mundo, y calificó como escándalo moral que haya más de 400.000 paraguayos que pasan hambre. El cardenal recordó a las comunidades indígenas del Chaco que no acceden al agua potable. “Nuestros hermanos más pequeños sufren graves privaciones de agua y de alimentos”, y agregó que el olvido que pesa sobre ellos. “Están olvidados por el Estado y por la sociedad, en general. Si permanecemos indiferentes frente a esta situación, el Señor nos dirá: Tuve sed y me dieron el vinagre de la indiferencia”, apuntó.
Caacupé es también un desafío para las autoridades en cuanto a la organización. Este año es importante que los peregrinantes tengan en consideración las altas temperaturas que se podrán registrar, dado que esto ha sido una constante en las últimas semanas en nuestro país. Es fundamental escuchar las recomendaciones de los profesionales y muy especialmente evitar llevar a niños muy pequeños, pues podrían no soportar los rigores del clima y los esfuerzos.
Esperamos que la fiesta de la virgen de Caacupé sea una celebración de encuentro para el pueblo, que el esfuerzo de la peregrinación sea compensado cuando llegue hasta la virgen a depositar sus penas y sus preocupaciones y que encuentran en ella la tan necesaria esperanza.