10 oct. 2025

El Gobierno es cómplice de las reguladas del transporte público

Con diez meses en el Gobierno, Santiago Peña y su equipo de trabajo no han perfilado proyecto alguno que ofrezca respuestas a la ciudadanía a la caótica situación del transporte público. La población lleva meses siendo víctima cotidiana de las reguladas de los transportistas, las cuales no existen ni para los empresarios ni para las autoridades. Ante este estado de la situación, la gente se encuentra impotente y abandonada por quienes deberían no solo cuidar de los intereses de la mayoría, sino también trabajar por el bienestar común.

En el Paraguay, movilizarse utilizando el transporte público implica vivir un cotidiano viacrucis. Las frecuencias en que circulan las unidades se ven afectadas desde hace ya mucho tiempo por las denominadas reguladas; los pasajeros deben aguardar horas enteras para poder abordar las unidades que, por lo general, ya llegan repletas de pasajeros.

Una especial mención merecen las condiciones en las que se encuentran las unidades del transporte. Los buses, que no son una chatarra, muestran muy malas condiciones, y la higiene siempre está ausente; sin embargo, lo peor es que los pasajeros siguen abonando un pasaje más caro para utilizar el servicio diferencial, el cual presenta las mismas condiciones deplorables: están rotos, sucios y sin aire acondicionado. Esta ha sido una constante en cuanto a quejas y reclamos, particularmente durante la extensa ola de calor que vive el país. Durante todo el verano, los usuarios que utilizan el transporte público en la capital y su área metropolitana, y en la zona Central, han sido castigados a utilizar transportes sin refrigeración, lo cual directamente aplica a la categoría de inhumano.

“Se espera mucho y cuando viene el colectivo viene lleno y no quiere pararte”, se lamentaba un usuario, y otro describía muy gráficamente: “Nos vamos como ganado en el colectivo. Nos vamos colgados, es imposible”, apuntaba otro pasajero. Estas condiciones deplorables de vida afectan especialmente a los trabajadores y a los estudiantes, quienes pierden valioso tiempo soportando calor e incomodidad en los buses. Movilizarse en transporte público resulta muy agobiante. Los pasajeros padecen largas esperas, viajes abarrotados y condiciones inadecuadas.

Sumado a este calvario, recientemente ha surgido otra amenaza al bienestar ciudadano: un posible aumento del precio del pasaje. De acuerdo con los empresarios del transporte, existe un desfasaje entre la tarifa técnica y el precio del pasaje en G. 50 por unidad. Este cálculo es el resultado del estudio correspondiente de junio a diciembre del 2023, y sostienen los transportistas que el Gobierno debe compensar con subsidio.

En junio del 2023, mediante el Decreto 9436, el Poder Ejecutivo mantuvo el precio del pasaje del transporte público del área metropolitana de Asunción para los pasajeros en G. 2.300 por el servicio convencional y en G. 3.400 por el diferencial, lo que implicaba un aumento del subsidio a los transportistas del área metropolitana de Asunción y beneficiaba a 36 líneas de transporte. Sin embargo, mientras la tarifa del pasaje y el subsidio siguen subiendo, el servicio no mejora.

Tampoco han sido esclarecidas ni investigadas las denuncias formuladas en el 2023 con relación a hechos de corrupción respecto del billetaje: choferes hacían validar la tarjeta, sin embargo, el bus ni siquiera salía de la parada.

La práctica irregular quedó en evidencia, así como la falta de transparencia en el sistema de billetaje y subsidio para los empresarios. Pese a todo, el tema no ha sido debidamente investigado e incluso continúan los reclamos de aumento en la tarifa del pasaje por parte de los empresarios.

El Gobierno no ha iniciado ningún tipo de acción para controlar debidamente la frecuencia de los buses y acabar de una vez con las tan perjudiciales reguladas. Por esta razón, por su desidia y su indiferencia, es cómplice de los empresarios que aplican este sistema, que es una verdadera tortura para el pueblo sacrificado que pierde horas para movilizarse al estudio y al trabajo.

En resumen, el hartazgo ciudadano, el sacrificio y el sufrimiento de la ciudadanía no significan nada para los gobernantes.

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