Publicado el 23 de marzo de 2007
Por Andrés Colmán Gutiérrez
A 8 años del asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, la Justicia aún no puede determinar quiénes fueron los autores morales del crimen. El principal sospechoso, Lino Oviedo, vuelve a ser protagonista político.
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Ocho años atrás, una inesperada y terrible noticia da la vuelta al mundo y estremece al Paraguay. A las 8.50 del 23 de marzo de 1999, sicarios armados cierran el paso al vicepresidente Luis María Argaña y lo asesinan a balazos en plena vía pública.
Además de Argaña muere su guardaespaldas, el suboficial de policía Francisco Barrios González. El chofer Víctor Barrios Rey queda malherido, pero se salva. El crimen es la mecha que termina de encender el polvorín político en que se había convertido el país, con la emergencia del general Lino Oviedo como aspirante a la presidencia de la República.
Condenado a diez años de cárcel por un intento de golpe de Estado contra el presidente Juan Carlos Wasmosy, en abril de 1996, Oviedo había sido liberado por su socio político, el presidente Raúl Cubas, en agosto de 1998, con un decreto que fue desautorizado por la Corte Suprema de Justicia. Un pedido de juicio político contra el mandatario aguardaba su tratamiento en la Cámara de Diputados, cuando se produce el magnicidio.
La indignación ante el crimen motiva la concentración de miles de ciudadanos en las plazas del Congreso, exigiendo la renuncia de Cubas y cárcel para Oviedo. Los oviedistas también movilizan a sus partidarios y se producen enfrentamientos durante los seis días que mantienen en vilo al país.
En la noche del 26 de marzo, francotiradores disparan con armas de fuego desde las sombras, dejando un saldo de 8 jóvenes muertos y más de 700 heridos. La conmoción provoca la renuncia del presidente Raúl Cubas y la huida de Lino Oviedo fuera del país. Asume la presidencia el titular del Congreso, Luis González Macchi.
PROCESO INCIDENTADO. La investigación sobre el asesinato de Argaña adquiere desde el principio un fuerte tinte político, que echa sombras sobre la eficacia de la Justicia. La aparición de un testigo falso, Gumercindo Aguilar, que incrimina a diversas personas sin muchos fundamentos, arrastra el caso hacia un pantanal jurídico.
Pero aparecen pruebas. Héctor Rudi Monges, el vendedor del auto Fiat Tempra usado por los sicarios, permite dar con el comprador, Costantino Rodas. Un cruce de las llamadas hechas desde su teléfono celular, a los pocos minutos del asesinato de Argaña, permite conectar con otros sospechosos: Pablo Vera Esteche, Luis Rojas, Fidencio Vega y el mayor Reinaldo Servín, conocido dirigente oviedista, quien también se comunica con el dirigente Víctor Galeano Perrone y el líder máximo de Unace, Lino Oviedo.
Como autores materiales, Rodas, Rojas y Servín son condenados a 25 años de carcel, y Vera Esteche a 22. Galeano Perrone y Vega están prófugos. Pero en ocho años la Justicia no ha podido precisar con elementos sólidos quién fue el autor moral.
Lino Oviedo sigue siendo investigado como el principal sospechoso. “Hay indicios suficientes que lo incriminan, como la confesión del magnicida Vera Esteche, la declaración testimonial del chofer Victor Barrios y el cruce de las llamadas telefónicas hecha entre los procesados a los pocos minutos del crimen”, sostiene el fiscal de la causa, Rubén Villalba.
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Publicado en la edición impresa con el título: “Un magnicidio político que cambió la historia del país”. PÁGINA 2. Viernes 23/marzo/2006