Por Pedro García
El 25 de julio próximo, el club Olimpia, pionero como club de fútbol, hará lo propio.
Antes de ambos ya existían algunas actividades deportivas en el país, pero de la forma más incipiente que se pueda imaginar, sin el abrigo de una institución que las organice debidamente y las impulse.
El Paraguay recién se estaba recuperando de los rigores de una nefasta guerra que prácticamente lo devastó y otras urgencias se imponían en la reconstrucción de la patria.
Sin embargo, a fines del Siglo XIX, los diarios de la época ya daban cuenta de actividades de un Club Ciclista del Paraguay, de muy efímera existencia, que no tuvo la suerte de los citados más arriba que se enseñorean con plena vida en nuestros días y han sabido convivir, sobre todo el primero, incontables vicisitudes.
El remo, obviamente, era practicado en la bahía y fue, precisamente, el factor determinante y la razón de ser de la creación del Club Nacional de Regatas El Mbiguá mientras casi coincidentemente aparecía ya William Paatz con su vocación directriz deportiva para propiciar el nacimiento del fútbol.
Un nuevo aniversario del Mbiguá no es solo algo digno de ser celebrado por los deportistas sino por los ciudadanos asuncenos, especialmente aquellos ubicados en el casco antiguo de la capital.
La emblemática lancha “Gallinero”. | Foto: Archivo.
La entidad del banco San Miguel hoy es polideportiva, pero desde sus orígenes se erigió en un formidable club social, aglutinador de las familias, que hallaban en su encantadora estructura (primero un barco, luego una construcción de madera y hoy un imponente complejo edilicio), un especial imán de atracción para cruzar el río en lancha y disfrutar en el tórrido verano, de la benignidad de sus playas y su descontraído ambiente, ideal para el relacionamiento de los jóvenes, el esparcimiento de los mayores y el disfrute de todos de sus atractivas fiestas danzantes que se prolongaban hasta alcanzar los fulgores del alba, en una dimensión diferente y grandiosa que hoy procura revivir.
Naturaleza y Mbiguá conformaron una alianza indisoluble ayer y que se prolonga hoy, porque si bien las aguas de la bahía están más que contaminadas, su gigantesca pileta balnearia, única con agua salada en el país, ofrece otro atrapante atractivo para sus cientos de asociados.
Con estoicismo y perseverancia como quizá ninguna otra entidad, El Mbiguá superó los rigores de más de una inundación, que castigó duramente sus instalaciones. Pero cual Ave Fénix, ha sabido revivir una y otra vez, fiel a su destino de grandeza.