27 abr. 2024

Educación e Inteligencia Artificial

Cuando hablamos de Inteligencia Artificial (IA) nos referimos a máquinas inteligentes. Son máquinas programadas para realizar tareas intelectuales, sin necesidad de que su proceso de producción sea supervisado o dirigido por el ser humano.

El concepto de inteligencia artificial se manejaba hace sesenta años y su realidad está ya presente y disponible al alcance de cualquier usuario de computadora para algunos servicios, por ejemplo, para información, redacción, traducción de textos a diversas lenguas.

Los beneficios y aportes de la IA son impresionantes y dada la velocidad de su desarrollo, los que se prevén en poco tiempo son incalculables.

Los expertos afirman que estamos al principio de cambios revolucionarios, que afectarán aún más a la vida personal, familiar, a las sociedades, la economía y los Estados. Ferenc Patsch, en su interesante artículo de la revista digital “La Civilta Catolica” (en castellano, accesible en internet) “Inteligencia artificial generativa”, enumera peligros como “alta dependencia, desinformación, salud mental, polarización, censura, etc.”.

Tanto por sus espectaculares aportes, como por los graves riesgos y peligros, que trae consigo la IA, esta pone en crisis a la educación familiar y escolar, es decir, la desafía frontalmente a actualizarse y enfrentar inteligentemente los nuevos e ineludibles desafíos.

Estamos en los primeros pasos y servicios de las IA y ya provocan en los estudiantes actitudes antagónicas, las de quienes se entusiasman y sienten necesidad de estudiar y capacitarse más para entrar en ese nuevo mundo que desencadenan las IA, y la de quienes encuentran con ellas, motivos para no estudiar: “¿Para qué estudiar si en internet y las IA lo tienes todo?”. Los que perezosamente se apuntan a esta postura, se autocondenan a la dependencia y alienación perenne, entregándose en manos de los dueños y programadores de la IA. Lo razonable e inteligente es precisamente la actitud contraria: Porque existe la IA, yo voy a estudiar y capacitarme mucho más para no dejarme manipular por unos pocos, los dueños de la IA.

¿Quién puede asegurar que solamente los propietarios y programadores de la IA tienen la verdad y toda la verdad? ¿Acaso son los árbitros de la verdad?

Un botón basta para muestra: “¿Cómo era Jesús, según la IA?” El 30 de marzo de 2018, la BBC de Londres entrevistó a Cicero Moraes (brasileño) diseñador de la figura de Jesús en la IA. Para él “Jesús era moreno, considerando la tez de las personas de aquella región y principalmente analizando la fisonomía de hombres del desierto, gente que vive bajo el sol intenso”.

Yo no sé cómo era el rostro de Jesús, pudo ser moreno. Pero ¿de dónde saca Moraes que Jesús era “hombre del desierto?”. Ni Belén, donde nació, ni Nazaret, donde vivió cerca de 30 años, ni la nación Palestina, que recorrió, están en el desierto.

Es evidente que la IA no es dueña de la verdad, es más, hay fundamentos sobrados para pensar y temer que los dueños y diseñadores de la IA tienen “su visión parcial de la realidad y sus intereses”, que no siempre coinciden con la verdad y con los intereses del bien común.

La conclusión es clara: hoy más que antes, porque existe la IA, es necesaria una educación que capacite sobre la IA, que desarrolle competencias en hijos y educandos para poder ser profesionales activos también en las especialidades que exige el ámbito de la IA y sin falta el desarrollo del pensamiento crítico, capaz de desentrañar las posibles intenciones de manipulación intelectual, las desinformaciones y la distorsión subrepticia de la verdad.

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