30 abr. 2024

Don Romualdo: “Yo me enamoré de la guerra, pero hoy sé que eso está mal”

Cumplió 101 años este sábado y vive recluido en una habitación climatizada, por razones de salud, en Mayor Martínez. Ya no ve y apenas escucha, pero recuerda momentos de la Guerra con lucidez.

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Foto: Juan José Brull

Por Andrés Colmán Gutiérrez

MAYOR MARTÍNEZ, ÑEEMBUCÚ

“Uno va a la guerra para matar o morir, pero lo mejor de todo es vivir. Como soldados que éramos, nosotros estábamos enamorados de la guerra, pero entonces no nos dábamos cuenta de que eso no está bien. Ahora yo ya no tengo esa idea...”

La reflexión filosófica, expresada en lengua guaraní, surge en uno de los momentos de mayor lucidez en que se expresa don Romualdo González, uno de los seis últimos excombatientes de la Guerra del Chaco que aún siguen con vida en el Departamento de Ñeembucú.

El héroe guerrero vive en un cómodo chalet, en pleno centro urbano de la ciudad de Mayor Martínez, al sur de Ñeembucú, en un dormitorio especialmente acondicionado, con permanente refrigeración, por indicaciones médicas.

“Papá debe estar siempre protegido en el interior y sin sufrir mucho calor, porque tiene problemas cardiacos y respiratorios. Él ya ha perdido su visión, su audición es muy reducida y le falla mucho la memoria, pero se puede conversar con él, eso le hace bien, a menudo recuerda fragmentos de su vida en el Chaco”, relata su hijo mayor, Juan González, quien reside en la Argentina, pero junto a varios de sus hermanos han llegado para celebrar el 101 cumpleaños de su progenitor, cumplidos este sábado 7 de febrero.

“En total somos 15 hermanos, aunque hay quienes dicen que tenemos otros más por allí. Mi padre fue muy prolífico, en varios sentidos”, dice Juan, con una sonrisa pícara.

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LA GUERRA. Para entrevistar al anciano excombatiente, su hijo mayor Juan nos conduce hasta la habitación donde él permanece sentado en su cama, atendido por su esposa Matilde, feliz de recibir la visita de los “karai kuéra”, aunque ya no pueda distinguir quiénes somos.

Juan oficia de intérprete para arrancar palabras a su padre, hablándole al oído en voz alta, pero a la vez con mucho cariño.

“Ya casi no me acuerdo de nada. Mi juicio está mal. Las cosas se me mezclan en la cabeza, las imágenes y los recuerdos se me cambian, pero de algunas cosas todavía me acuerdo. Mi memoria viene y va”, advierte el veterano.

En seguida empieza a compartir situaciones y sentimientos de lo que fue su participación en la Guerra de Paraguay contra Bolivia, entre 1932 y 1935, por la defensa del territorio chaqueño.

“En el Chaco siempre me trataron bien. Nunca tuve un jefe o un oficial que me haya maltratado. No sé si eso fue tener suerte o porque yo me portaba bien, pero recibí siempre un trato muy digno. Me fui como soldado a los 18 años de edad, después fui cabo segundo y al final de la Guerra me ascendieron a cabo primero”, relata.

Le cuesta recordar en qué batallas participó.

“Yo controlaba la artillería en Bahía Negra, la batería de costa, los grandes cañones. Controlaba todo a la distancia”, rememora.

Un hermano suyo, Miguel González, también estuvo en la guerra. “Él estaba en otro batallón, no pudimos vernos en el frente. Él fue herido en la rodilla durante una batalla, pero también regresó con vida del Chaco”, dice Romualdo. Su hermano falleció muchos años después.

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AGRICULTOR. Tras regresar a la vida civil, en Mayor Martínez, don Romualdo se dedicó a la agricultura.

“Yo siempre fui un agricultor de pies descalzos y sucios. Trabajé con muchos otros compañeros en la chacra y nunca le hice mal a nadie. Ahora tengo otra idea sobre la guerra, no como tenía entonces. Eso no es algo bueno. No hay que pelear”, dice.

Aunque sus hijos y nietos numerosos lo acompañan siempre, dice que se siente solo por no poder ver y no poder salir de la habitación en que lo mantienen protegido.

“Ya casi nadie me visita. Hay solo una persona, Estanislao Arrúa, Tani Puku, que suele venir a hablar conmigo”, dice. Su esposa Matilde aclara que se trata de uno de sus mejores amigos y vecinos, quien lo visita siempre, especialmente los domingos.

“YO YA TENGO 110 AÑOS”. De pronto, don Romualdo se queda en silencio, respira hondo, y luego pide disculpas:

“Ya no me acuerdo casi nada. Ya tengo 110 años de edad. Mi cabeza está muy mal”.

Su hijo Juan lo corrige:

“No papá, tu cabeza no está mal. Todavía estás muy bien. Solo tu vista lo que perdiste, pero no tu sentido. Y no tenés 110 años, sino 101 años de edad. Es tu cumpleaños”.

“Pero seguramente va a llegar a los 110 años...”, dice el periodista, y todos ríen.

"¿Qué dijo...?”, pregunta don Romualdo, al escuchar las risas.

"¡Dijo que, si seguís así, muy bien de espíritu, vas a llegar a los 110 años de edad...!”, le dice su hijo, en voz alta, al oído.

Entonces, el anciano excombatiente también se echa a reír.

(Video: Fabián Fleitas. Fotos y colaboración: Juan José Brull).

Lea mañana: José Anacleto Escobar, la alegría de vivir en una casa nueva, a los 100 años.

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