Estamos sumergidos en un cambio de época, marcado por un autoritarismo peligroso, bien maquillado con discursos que suenan bonito; cargados de eufemismos y medias verdades, aplaudidos por grandes corporaciones de medios de comunicación a nivel mundial y local; por referentes periodísticos y políticos que gozan cuando son considerados “progresistas”.
Lo que se observa en muchos países, y también se gesta en el nuestro, con sus impulsores de organizaciones políticas y sociales, es un proceso de prohibiciones cada vez más radicales contra toda expresión que cuestione el “pensamiento único” que se quiere instalar. Son medidas con fuerte espíritu dictatorial, justificadas con contenidos políticamente correctos; esos que tienen el apoyo de organismos multinacionales como la ONU y sus agencias; y muy promovidos por entidades multimillonarias de gran poder, como es el caso de las fundaciones Ford, Rockefeller, Gates, entre otras. En Paraguay más de una entidad, incluyendo plataformas informativas, sustenta sus proyectos con el apoyo de estos grupos, que, obviamente, tienen sus intereses y objetivos. Nadie da miles de dólares de manera gratuita. Toda “donación” a países en desarrollo tiene una contrapartida, en letra chica y poco legible.
El profesor de Biología y Geología del instituto público de Alcalá de Henares IEA Complutense, Jesús Luis Barrón, fue suspendido 6 meses de empleo y parcialmente del sueldo por asegurar que únicamente existen dos sexos, el masculino y el femenino. El docente afirmó a sus alumnos que los hombres nacen con cromosomas XY y las mujeres con cromosomas XX y, aunque se puedan transformar con operaciones, genéticamente siempre van a seguir teniendo los cromosomas XY o XX, informan medios españoles.
Es decir, fue sancionado por expresar hechos científicamente demostrados, basados en la biología. Pero ¿por qué? Pues, porque va en contra de las ideas que se buscan imponer a través de la ideología de género. Reacción poco lógica ante un dato natural y evidente.
Recientemente, el Parlamento Europeo aprobó el llamado Informe Matic, que, entre otros puntos, busca redefinir la objeción de conciencia ante el aborto como una “negación de la atención médica”. Con ello, aquellos profesionales médicos que no quieren participar directa o indirectamente en la destrucción de un ser humano en el vientre materno podrían ser sancionados. Un absurdo atentado contra los DDHH. A estos se suman proyectos en varios países, relacionados con la lucha contra la discriminación, que restringen las discrepancias y prevén sanciones, bloqueos de redes y hasta cárcel.
La censura no es saludable, ni siquiera para quien la impone; a la larga irá en su contra. Expresar lo que se piensa, en un marco de respeto, no puede convertirse en delito. Ante las diferencias, mejor el debate y diálogo; la “eliminación” del otro no es una fórmula para aplaudir.
Por un lado, cabe retomar la necesidad de proteger la libertad de conciencia de los ciudadanos, como un derecho humano y factor de desarrollo social y cultural. Por otro, urge recuperar una educación hacia aquello “razonable”, que tiene como pieza fundamental el sometimiento de la razón a la experiencia; aceptar aquello que la evidencia demuestra dejando de lado las propias ideologías. Cuenta la historia que Louis Pasteur, que descubrió la vacuna antirrábica, entre otros, debió repetir en numerosas ocasiones sus experimentos, pues había resistencia en reconocer su valor. Y entre los últimos que lo hicieron estaban los docentes de la Sorbona; pues, de por medio había cambios que realizar, prestigio y dinero en juego.
No siempre es fácil reconocer y aceptar aquello que los datos objetivos muestran como tal, sobre todo cuando va contra nuestras ideas, pero es el paso necesario para avanzar. Más que de capacidad técnica, se trata, al final, de un problema moral, de ser honesto con aquello que la realidad y las evidencias revelan.