Paraguay atraviesa una fase de fuerte expansión, pero el desafío es convertir este ciclo en una década de progreso sostenido, con más oportunidades y mayores ingresos para todos.
Como lo señalaba el economista norteamericano Tyler Cowen, “maximizar el crecimiento debería ser la prioridad”, especialmente cuando ese crecimiento se sostiene en el tiempo, dado que es la forma más efectiva de mejorar la calidad de vida.
El Banco Central del Paraguay (BCP) proyecta un destacable crecimiento económico del 6% para el 2025, impulsado por la mayoría de los sectores productivos. Para el 2026, la proyección oficial es de 4,2%, con un mayor dinamismo en los servicios y las manufacturas. De concretarse estas cifras, se configuraría un gran ciclo de cuatro años consecutivos con un crecimiento cercano al 5% anual.
La pregunta clave es como extender este ciclo favorable hacia un crecimiento alto y sostenido por al menos una década. La experiencia internacional indica que se necesitan mayor productividad, una inversión elevada y sostenible, y el desarrollo de sectores exportadores, entre otros elementos. Esto requiere reformas, aprovechar oportunidades y gestionar limitantes.
La productividad –que cada trabajador pueda producir más y mejor– se fortalece invirtiendo en las personas. Una reforma educativa que busque mejorar la calidad docente, priorice la educación inicial y fortalezca la formación técnica, permitiría aumentar los años efectivos de aprendizaje y las habilidades cognitivas, mejorando gradualmente la productividad.
Otro elemento fundamental es la inversión. Los países que lograron crecer rápido y por mucho tiempo tuvieron una inversión sostenida por encima del 25% del Producto Interno Bruto (PIB). Paraguay tiene un escenario favorable para las inversiones: tasas de interés internacionales a la baja y la reciente consolidación del grado de inversión –un logro trascendental– que podría reducir algo más el riesgo soberano, al tiempo que abre las puertas al capital global.
Sin embargo, la caída de la inversión pública en más de 22% en los últimos doce meses es un factor limitante, y es probable que dicha disminución continúe en el 2026, dado el compromiso de reducir el déficit fiscal hasta el 1,5% del PIB. La disciplina fiscal es una prioridad, pero proteger la inversión en infraestructura es igualmente esencial, ya que suele fortalecer la competitividad del país y estimular nuevos negocios.
El flujo de capital global hacia Paraguay podría intensificarse, lo que sería pertinente orientar hacia sectores con vocación exportadora. La consultora internacional McKinsey ha identificado oportunidades claras como en la agroindustria –pasar de exportar granos a alimentos procesados– y en la industria forestal –de madera en bruto a muebles con valor agregado–, por citar algunas.
Un posible limitante para la competitividad de las exportaciones es una moneda fuerte. Si bien un guaraní fuerte es favorable para los consumidores al abaratar las importaciones, puede reducir la rentabilidad de ciertos sectores exportadores, ampliando el déficit entre las exportaciones e importaciones, conocido en un sentido más amplio como déficit de la cuenta corriente.
Otro pilar fundamental para la expansión en el largo plazo es elevar el ahorro nacional. Atraer inversión extranjera es necesario, pero los países se desarrollan de manera sostenida cuando son capaces de generar más ahorro interno que financie las inversiones. En ese sentido, sería valioso avanzar hacia una reforma integral del sistema de jubilaciones, que no solo eleve el ahorro, sino también la formalización.
La perspectiva es positiva. Si Paraguay logra combinar una mayor productividad con más inversiones, mayores exportaciones y un ahorro nacional más alto, podría activar un círculo virtuoso de crecimiento sostenido: más empleos, mejores salarios, nuevas oportunidades y un progreso que trascienda el ciclo.