Me llamo Guido Manuel Benítez de Arrúa. Llevo el apellido de mi esposa. Soy nacido y malcriado en Altos (Cordillera), pero hace años estoy aquí en Asunción.
Hace 16 años que trabajo en el Centro de Educación Media para jóvenes y adultos número 119, estoy hace 16 años. Soy director y también docente en el área de Lengua y Literatura Castellana y Guaraní.
La vocación de enseñar siempre la tuve en mi corazón. Por circunstancias de la vida trabajé como vendedor y repartidor para una empresa de agua mineral.
El trabajo era prácticamente de sol a sol. Empezaba a las cinco de la mañana, terminaba entre 10:00 y 10:30 de la noche. En verano trabajaba, sábados y domingos.
Yo me casé con una docente, Irene Soledad Arrúa. Es mi esposa y tenemos tres hijos. También tenemos una hermosa nieta.
Por mi trabajo yo no tenía tiempo ni de estar con mi familia. Ni compartir con mis hijos, que en esa época, los dos más grandes, eran chicos todavía. La tercera ahora tiene once años.
En ese momento me encontraba entre la espada y la pared, porque necesitaba trabajar, pero también quería estar con la familia.
Un día, cuando todavía trabajaba como repartidor, mi esposa me dijo que analice un poquito mi vida, que me capacite y que vea otra profesión que me dé un poquito más de tiempo para estar con la familia.
Me fui a hablar con los patrones y les dije que quería estudiar porque con el horario que tenía era muy difícil.
La empresa vio en mí el interés y me dijeron que me iban a cambiar de sección, iba a ganar un poquito menos, pero tendría mi espacio para estudiar.
Así fue que me decidí a estudiar para ser docente. Me recibí en el 2002 como mboehara bilingüe. En el 2004, dejé mi trabajo de repartidor y empecé a dedicarme a la docencia.
Como institución logramos el reconocimiento a la excelencia docente y en el 2016 me distinguieron con medalla de oro por la dedicación que le daba a mi profesión.
En el año 2009 empezamos con el Grupo Retail SA a través de un convenio con el Ministerio de Educación y Ciencias. Comenzamos con la Educación Básica bilingüe para personas jóvenes y adultas. En el 2011 empezamos a trabajar en la Educación Media para personas jóvenes y adultas.
En Educación Media estamos hoy en día con un promedio de 350 alumnos y en la Básica se trabaja con un promedio de 90 personas. El promedio de edad es de 17 a 64 años.
Sobre todas las cosas, yo les digo a las personas que se acercan a nosotros que no nos importan cuáles son las circunstancias por las que dejaron sus estudios.
Valoramos en cada uno de ellos la decisión de retomarlos. Eso es lo más grande que nosotros vemos en las personas que se animan.
A veces, las personas piensan que es fácil, pero no es tan fácil, porque hay que cumplir con la malla curricular, los horarios, hay que cumplir con las capacidades que se deben desarrollar durante el semestre y el tiempo es oro.
Detrás de cada persona está la familia, el trabajo, los compromisos. Toda persona adulta tiene que saber sobrellevar la familia con el trabajo, con el estudio.
Los que componemos el plantel docente les decimos siempre que estamos unidos, dispuestos a colaborar con ellos. Les decimos que somos intermediarios simplemente y ellos ponen el 100%.
La institución y el grupo decidieron valorar el tiempo de ellos y trabajar a distancia. Si no pueden venir, tienen la posibilidad de comunicarse con nosotros a través del WhatsApp o alguna aplicación para darle a cada persona esa enseñanza que necesita.
Cada persona va a un ritmo distinto, algunos como Ferrari y otros como Fusca. Entonces nde emaneja arã umi tiempo ha eikua’a arã mba’epa la ogustava chupekuéra ha mba’e nahániri ave’i.
Lo más difícil de enseñar a los adultos es convencerles realmente a ellos de que el tiempo que dedican a seguir y dedicarse es de ellos y es para ellos, no para nosotros.
Vos empezás, les convencés a ellos que es ese el punto fundamental para partir y ahí ya tenés todo en tus manos.
Sobre todas las cosas, la mayor satisfacción es que les ves a muchas personas que salen adelante.
Por más de que nosotros no somos merecedores y tenemos un salario es que vengan y que te digan: “Profesor, yo terminé mi colegio con ustedes y gracias a ustedes. Hoy en día, soy un flamante licenciado, una flamante licenciada. Y gracias a ese título, tengo un buen salario. Y gracias a eso, tengo un bienestar económico en mi casa, y he beneficiado toda mi vida”.
Esa es la mayor satisfacción. Que esa persona haya aprovechado esa oportunidad, y que tenga un beneficio para su persona, para su familia, y por qué no para la ciudadanía en general. Porque ña gana poraro enteroveape ou porã.
Las claves para impartir enseñanza a estas personas es la paciencia, el entendimiento, y estar en el zapato del otro.
Cada persona tiene un carácter diferente y cada persona ya viene con un conocimiento adquirido, y no todos son iguales.
Los jóvenes también tienen ese conocimiento distinto y las personas adultas, la que les dio la vida pe ioko harupi, pe arandu ka’aty. Pea nde eipuru ara chugui kuéra.
En la docencia siempre trabajé con grupos en situación vulnerable. El trabajo docente te deja muchas cosas; sobre todo que tenemos que ser humanos siempre, estar en el lugar del otro.
Como dice el papa Francisco, “la educación es un acto de amor”. Es dar vida. Cuando vos educás a esa persona le estás dando vida socialmente. Nde eme’e chupe la ha’e oikoteve’a. Y cuando lo valora, es lo más gratificante.
Lo más difícil de enseñar a los adultos es convencerles realmente a ellos de que el tiempo que dedican a seguir y dedicarse es de ellos y es para ellos, no para nosotros.