27 abr. 2024

Cuando la universidad es un negocio

En el 2011, una investigación de este diario desnudó el gran negocio que sustentaba la proliferación de facultades de Medicina y de cómo estas surgían sin requisitos mínimos y sin control alguno. Que el Estado no sabía cuántas se habían creado hasta entonces y, mucho menos, las condiciones en que se hallaban.

De aquel trabajo de investigación periodística recuerdo la polvareda que se levantó cuando fuimos publicando la precariedad y absoluta falta de rigor con que estaban funcionando. Y, lo más grave, que estaban lanzando ya varias promociones de egresados que, luego, afrontaban serias dificultades para aprobar los exámenes para las residencias (especializaciones) de la Comisión Nacional para las Residencias Médicas (Conarem).

De aquella experiencia de hace 11 años se me quedaron grabadas algunas situaciones, como el hecho de que en un 80% de 20 facultades de Medicina que visitamos en todo el país, las autoridades previamente contactadas por nosotros se pusieron a la defensiva y renuentes a recibirnos y responder sobre sus respectivas instituciones. Se supone que si uno actúa bien y se encuadra dentro de las reglas, y que lo que ofrece es excelencia, calidad, infraestructura adecuada, etc., etc., estaría más que orgulloso de mostrar todo ello.

Se entiende que “quien nada teme, nada debe”, por lo tanto, mostrar a la ciudadanía a través de la prensa la institución de la que se es propietario o directivo es publicidad gratis. Pero no fue así. Demostraron nerviosismo, eludieron, inventaron excusas para no recibirnos y mostrarnos sus facultades.

También que todas las facultades, coincidentemente con nuestro requerimiento, empezaron a interesarse en el proceso de acreditación que dirige la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Aneaes). Algunas ya habían lanzado varias promociones de médicos y aún no estaban acreditadas. Curiosamente, queriendo demostrar que estaban en buen curso, nos indicaron que estaban dispuestos a poner todo en orden para lograr la certificación. Entretanto, ya estaban lanzando al mercado cohortes de médicos y médicas, víctimas de sus estafas y con todo lo que ello significa para el resto de la población.

Otro punto llamativo fue la multiplicación de carreras de Medicina en ciudades fronterizas con el Brasil. Concretamente, Pedro Juan Caballero y Ciudad del Este. Se crearon bajo el interés de captar a estudiantes brasileños, adaptando algunos edificios, entre ellos hasta clubes sociales, para el funcionamiento de la carrera. Fue en esta zona del país donde quedamos anonadados cuando en una de esas facultades preguntamos si tenían una biblioteca, y el propietario y presidente del Consejo Administrativo de la Universidad a la que pertenecía la carrera nos responde: “Claro que sí”, y a continuación se dirige a una estante que se hallaba en la misma sala donde estaba su escritorio y los de otras funcionarias de la parte administrativa, abre el mueble, extrae uno, luego otro libraco y con aire de satisfacción nos enseña lo que a criterio suyo era la biblioteca de una facultad de Medicina con alumnos extranjeros. Ni hablemos de las demás salas divididas con mamparas y señalizadas como “laboratorios”. Sentí vergüenza ajena, y mucha pena. Una gran pena por quienes estaban estudiando allí Medicina.

¿Cambió algo?

Sí, de 20 en 2011, hoy hay 32 carreras de Medicina ofertadas por varias facultades y, de estas, solo 15 obtuvieron la certificación. Pero es positivo el hecho de que se transparente lo que está sucediendo. Al igual que la reciente clausura de las facultades de Medicina de una universidad privada, en dos filiales. Y que varias hayan superado los requisitos para la certificación que otorga Aneaes. No cambió el hecho de que para ciertos personajes inescrupulosos la educación es una mercancía más. El desafío es aumentar y que sean muchos más exigentes los requisitos para la creación de facultades y carreras y que la acreditación y el control de calidad sean condiciones imperiosas

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