La capital está de aniversario, pero hay escasos motivos para celebrar. Asunción muestra signos alarmantes de abandono y su situación es resultado tanto de la desidia como de la falta de capacidad de gestión de su actual administrador, el intendente. No solo queda poco de la ciudad que olía a jazmines y mostraba orgullosa naranjos en sus veredas; hoy se la ve derrotada. La ciudadanía se merece vivir en una ciudad planificada, limpia y segura, con una comunidad que participe, comparta espacios, disfrute de calidad de vida y desarrolle proyectos.
Asunción había sido fundada el 15 de agosto de 1537 por el capitán Juan de Salazar de Espinoza. La fundación del fuerte —que daría vida a la ciudad de Asunción— se llevó a cabo en un lugar denominado Loma Kavara. La que alguna vez fue llamada Madre de Ciudades, pues llegó a ser el centro de la provincia y el punto de partida para las expediciones de fundación de ciudades, cumple 487 años y vive un momento crítico.
La capital del país se encuentra en un estado de completo abandono e inmersa en una grave crisis financiera provocada por una gestión irresponsable e ineficiente. La situación que se vive en estos días, y que es profusamente difundida por los medios de comunicación y a través de las redes sociales, es fundamentalmente el resultado de la improvisación y de la impunidad. Por estas razones, se la ve en un lamentable abandono, con sus calles sucias, sus veredas rotas, con una permanente deficiencia en el servicio de recolección de desperdicios, un profundo desprecio al patrimonio histórico y un interminable caos cotidiano en el tránsito.
No caben dudas de que este estado es el resultado del descuido y la negligencia de sus autoridades; es la consecuencia del desinterés y la falta de compromiso de autoridades que, tras ganar elecciones, se olvidan de sus promesas de campaña y de que han sido electas para trabajar por el bienestar de los ciudadanos.
Durante décadas, la ciudad ha crecido sin planificación por parte de los gobiernos municipales como se expone en barrios que se resisten a la invasión de edificios; se han priorizado proyectos que solamente han tenido un negativo impacto en el medioambiente y la naturaleza, y escasamente han aportado positivamente en términos de ordenamiento urbano como viaductos y vías rápidas en costaneras que no han sido planificadas para el disfrute ciudadano. Como resultado de la falta de planificación, seguimos teniendo un sistema de transporte y movilidad que prioriza el uso del automóvil, lo que genera caos en el tránsito y además es el principal motivo de la contaminación, mientras se continúan negando otras modalidades tan necesarias como las bicisendas. Finalmente se debe mencionar el taponamiento de los arroyos de Asunción con asfalto y su consecuencia directa en forma de caudalosos raudales que se forman asimismo en una ciudad que carece de desagüe pluvial.
Nuestra capital prácticamente no tiene espacios verdes, públicos y gratuitos, para la recreación y el disfrute de las familias. Por el contrario, sí tiene una sobrepoblación de estaciones de servicio, a pesar de que, ya en el 2018, un estudio de la Facultad de Ingeniería UNA revelaba la presencia de aditivos de combustible en el Acuífero Patiño. Las autoridades municipales se valen de su impunidad para permitir que se siga contaminando tan importante recurso natural. Las costaneras —que solo fueron pensadas como una vía rápida para el tránsito de vehículos— muestran al final la necesidad de estos espacios, cuando se llenan de personas, familias enteras que ocupan ese espacio tan necesario para el bienestar.
La crisis financiera que actualmente está causando estragos y gran preocupación debe ser resuelta, pues muestra los signos del abandono de una ciudad en la cual, como es bien sabido, prácticamente no se ha invertido nada en infraestructura. Al mismo tiempo, se mantiene una superpoblación de funcionarios, que le cuesta al contribuyente el equivalente a diez desagües pluviales, que, por cierto, la ciudad no tiene.
El intendente de Asunción, Óscar Nenecho Rodríguez, debe dar las explicaciones; debe responder ante la denuncia del faltante de G. 500.000 millones y el desmesurado endeudamiento de la Comuna, pero también debe admitir que a su administración le falta una brújula.