La lucha por la independencia no se libra actualmente a través de alzamientos armados ni existen en este siglo campañas bélicas contra ejércitos invasores. Las batallas las libramos hoy puertas adentro y contra enemigos que socavan nuestra soberanía. Este es el gran desafío para defender nuestra independencia y convertirnos en un país con justicia, igualdad, democracia y que asegure a cada habitante del Paraguay oportunidades para tener una vida digna y bienestar.
Hace más de dos siglos, los próceres de mayo nos libraron de seguir siendo una colonia, pero hoy nuestra nación debe enfrentar otro tipo de yugos, como la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad de los corruptos, la deficiente calidad de la educación pública, la falta de un mejor sistema de salud público, la destrucción del medioambiente y nuestros recursos naturales. A nuestra clase dirigente, autoridades y funcionarios les falta el patriotismo que tuvieron aquellos que lucharon por nuestra independencia; les falta el compromiso y el esfuerzo para definir políticas públicas que nos puedan convertir en un país con desarrollo, equidad y justicia social.
Necesitamos una Justicia que sea igual para todos los habitantes del país, una justicia que ponga freno a dos de los mayores peligros que enfrentamos, la impunidad de los corruptos y muy enlazado con esta, la infiltración del poder del narcotráfico y del crimen organizado en nuestras instituciones. Estos son los factores que ponen en riesgo nuestra independencia y son los yugos que atenazan nuestra soberanía. El narco, el crimen organizado y la impunidad son una amenaza para nuestro Estado de derecho y nuestro sistema democrático.
Los gobernantes deben, asimismo, enfrentar la antigua deuda social con una ciudadanía que reclama por salud, educación, empleo, seguridad y mejores servicios públicos. Pero por sobre todo, tienen la obligación de trabajar por mantener vigente el principios fundamental de la igualdad.
Esta es una de las deudas más pesadas y el principal desafío que tiene ante sí la clase política. Lamentablemente, el mismo presidente de la República ha decidido defender una de las grandes lacras actuales de la desigualdad: El nepotismo.
Santiago Peña reconoció en una entrevista, que autorizó la contratación de la hija del diputado colorado cartista, Yamil Esgaib, en la Embajada Paraguaya de Londres, tomando partido frente a las críticas y la indignación por el nombramiento de hijos de políticos. Dijo que es una joven que está estudiando y que “lastimosamente” se vio afectada por el retiro de su visa por parte de Estados Unidos. Peña agregó que la joven habla perfecto inglés y que es un salario muy bajo en comparación con tener que trasladar a un funcionario a aquel país.
Lo de Peña fue una clase magistral de defensa de la desigualdad que impera en el Paraguay, donde la mayoría de los jóvenes no pueden siquiera completar una educación pública básica y de dudosa calidad. Los niños y jóvenes del sector público no hablan perfecto inglés, a diferencia de la hija del diputado colorado cartista y tampoco tienen oportunidades para estudiar ni siquiera en su propio país, como bien nos lo recuerdan los universitarios que reclaman el Arancel Cero.
El mensaje de los próceres de mayo debe llegar también a la ciudadanía que debe comprometerse para la construcción de una nación con mayor desarrollo, justicia, libertad e igualdad, aprendiendo a elegir a sus autoridades.