Esta elevación se consolidó como un punto ideal para realizar ecoturismo y senderismo; ofreciendo a visitantes de todas las edades la posibilidad de reconectar con lo esencial.
Para llegar al lugar se pueden tomar dos caminos distintos. Uno, desde la compañía San Francisco y, otro, desde Cerro Costa. Ambos llevan al portal natural del cerro, donde una imponente cruz blanca y la imagen de la Virgen de Caacupé dan la bienvenida al paradisiaco lugar.
Experiencia. El ascenso a pie hasta la cumbre puede durar al menos 30 minutos. A lo largo del trayecto, el visitante se encuentra con paisajes serenos, flora autóctona, formaciones rocosas de gran tamaño; algunas perfectas –más exóticas– invitan a montarse sobre ellas y tomarse unas selfis. Todo esto, ambientado por el canto de los pájaros que cada tanto rompe el murmullo silencioso de este entorno natural.
Antes de llegar al mirador principal, otra gran cruz evoca la presencia histórica de los jesuitas en la región, sumando un componente cultural al recorrido.
Desde lo alto, el mirador natural regala una vista panorámica impresionante: Un mar de verde que parece pintado con pinceladas de la tierra misma. Como un óleo, completan el cuadro las viviendas que se ven pequeñas desde lo alto junto al ganado y otros animales de la zona.
Esta postal convirtió al Cerro Itá Morotî en uno de los destinos preferidos durante Semana Santa y un destino ineludible en las vacaciones de invierno para escapar de la rutina con la familia o amigos.
consejos. Se sugiere visitar el sitio con ropa cómoda, calzado deportivo y agua para hidratarse. Es una actividad ideal para familias, especialmente con niños y jóvenes que desean vivir una experiencia saludable, educativa y espiritual.
En suma se trata de una experiencia que pone a prueba la capacidad física. La recompensa, si bien se suda al escalar, es el aire puro que refresca el alma y la brisa de campo que hechiza al corazón.
El Cerro Itá Morotî es mucho más que una elevación natural. Es un testimonio vivo del paisaje misionero, una invitación a redescubrir la sencillez, el caminar con propósito y contemplar lo sublime –lejos de la rutina cotidiana– en medio de un entorno natural inconmensurable.
ORGULLO Y DESAFÍO. Daniel Colmán, concejal de Santa Rosa, expresa con convicción en el sentido de pertenencia que es el cerro para la comunidad. Él destaca la esencia de ser roseño y la oportunidad que representa el turismo para potenciar el desarrollo local.
“Como roseño, el Cerro Itá Morotî es una identidad de nuestra comunidad. Lo que en otro lugar no vas a encontrar, acá lo harás. Es uno de los lugares que faltan por explotar, más a nivel turístico, para que genere movimiento económico a los pobladores que viven cerca del cerro es una gran oportunidad”, sostiene.
Como poblador comparte el sueño que tienen de que el sitio cuente con más seguridad, el mirador natural, ubicado en la cima del cerro; así como la necesidad de fortalecer la accesibilidad al lugar.