“Publicamos en una revista de alto impacto nuestros resultados, demostrando que el C1q y la IL-13 específica contra HBHA eran biomarcadores que evidenciaban mejorías en el tratamiento de la tuberculosis”, explicó la Dra. Graciela Russomando, coordinadora del equipo investigador.
Este descubrimiento fue posible gracias a una colaboración internacional con científicos de Francia, Italia y Madagascar, y podría derivar en el desarrollo de una prueba diagnóstica menos invasiva y más accesible.
Un biomarcador es una sustancia, molécula o característica biológica medible en el cuerpo que indica un proceso biológico normal o patológico, una condición o la respuesta a un tratamiento.
Muestras locales. El estudio fue llevado adelante por indagadores del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de Asunción (IICS-UNA), con apoyo de la Fundación Mérieux. Analizó muestras de sangre de 32 pacientes paraguayos con tuberculosis pulmonar en tres etapas: Antes del tratamiento, a los dos meses y al completar los seis meses.
Russomando señaló que este trabajo nació en el marco de la Red Internacional GABRIEL, que conecta centros de investigación biomédica de todo el mundo. “Desde el año 2010 formamos parte de esta red. En 2018 comenzamos a trabajar en biomarcadores para el seguimiento del tratamiento de la TB. Luego surgió la posibilidad desde Paraguay de extender el estudio a otros biomarcadores no diseñados en el proyecto original de Francia”, destacó. El IICS-UNA lideró entonces una nueva etapa del estudio con el respaldo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Para este trabajo, el IICS incorporó por primera vez tecnología Luminex, que permitió evaluar 17 citoquinas y moléculas del sistema del complemento. “Este equipamiento fue clave para detectar las variaciones de C1q e IL-13 en los pacientes. Fue un paso importante que posiciona a Paraguay dentro de la investigación de frontera en enfermedades infecciosas”, valoró Russomando.
Una prueba de sangre basada en estos biomarcadores podría superar importantes limitaciones del diagnóstico actual, basado en esputo. “El esputo es difícil de obtener en ciertos grupos como niños pequeños, pacientes con TB extrapulmonar o personas con VIH avanzado. En cambio, la sangre es más fácil de recolectar y permite detectar señales sistémicas de la enfermedad”, explicó. Agregó que en casos con baja carga bacteriana, donde las pruebas tradicionales fallan, “la respuesta inmunológica medida en sangre puede estar presente, ofreciendo mayor sensibilidad”.
Alto potencial. La profesional resaltó el potencial de este enfoque para fortalecer la atención en el sistema de salud. “Si se desarrollan pruebas tipo ELISA o inmunoensayos rápidos basados en sangre, podrían utilizarse incluso en el primer nivel de atención, sin necesidad de infraestructura compleja”, indicó.
Sin embargo, advirtió que aún hay desafíos por delante antes de que esta herramienta esté disponible para su uso clínico. “Se necesita validación en grandes cohortes y en diferentes contextos epidemiológicos. Todavía no existe una prueba sanguínea validada universalmente para reemplazar el diagnóstico convencional”, aclaró. También mencionó que el costo y la logística de implementación podrían representar barreras iniciales.
El equipo paraguayo estuvo integrado por Graciela Russomando, Diana Sanabria, Chyntia Carolina Díaz Acosta, Leticia Rojas, Laura Franco y Rossana Arenas. Junto a ellos, participaron especialistas de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Roma, del Instituto Pasteur de Madagascar, del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas “L. Spallanzani” de Italia, y de la Fundación Mérieux en Francia.