La celebración fue presidida por el cardenal Adalberto Martínez Flores, arzobispo de Asunción, quien destacó que en esta fiesta se celebra el milagro de la Eucaristía que es el sacramento que nos enseña a salir del individualismo.
El cardenal refirió en la fiesta de Corpus Christi que con la mano de Dios los recursos compartidos se multiplican y no justamente en lo material, sino también en el servicio pastoral, ayudando a los demás. Puso como ejemplo a Chiquitunga, para quien la Eucaristía era la fuente que nutría e impulsaba su apostolado.
El arzobispo destacó que la Eucaristía es secuela de caridad y solidaridad y que el que se nutre del pan de Cristo no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. “Es un problema cada vez más grave. Nuestro país produce suficiente alimento y los exporta para el mundo, pero cientos de paraguayos pasan hambre”.
Hambruna. Reflexionó que en Paraguay hay hambre de pan, pero también hambre de vida digna, de techo, de más educación y salud. Hay hambre de ser familia, de reconciliación, de respeto, de seguridad, de paz.
En este contexto, dijo que hay hambre y sed de justicia de nuestros compatriotas indígenas y paraguayos en graves situaciones de vulnerabilidad, que padecen desalojos de su propia tierra, causadas por poderosos “don dinero, don mbareteses y don jagarrapases”. “En las carpetas acusatorias están caratulados hechos punibles para criminalizar su justo reclamo y suministrarles detenciones y calabozos. Darles palos para desalentar sus osadías de rescatar lo suyo. Hambres forzadas que degeneran aún más el tejido social, condenados a desnutriciones e inequidades sociales, es decir, desnutrición de la justicia”. Fustigó que en el país la balanza de la Justicia no esté equilibrada.“Los vulnerables son viandas en las ollas de los poderosos”, leyó sobre la cita del profeta Miqueas.
Invitó a los cristianos que ocupan cargos de responsabilidad política y otras a trabajar por el orden justo de la sociedad y del Estado, que impulsen políticas públicas para que a nadie le falta techo tierra y trabajo (las tres T).
El mensaje es dejar de lado las divisiones, amar al prójimo, al que está en las calles, en el templo, en las plazas, indígenas, campesinos, niños, personas con adicciones, “hombres y mujeres que son invisivilizados por la globalización de la indiferencia”.