En la ocasión, se recordó el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas que se conmemora el próximo 26 de junio. En la misa central estuvieron presentes los participantes del Tercer Encuentro Nacional de Pastoral de Adicciones.
El líder religioso señaló avance del egoísmo, la ambición desmedida y la indiferencia hacia los más débiles, al tiempo que instó a los fieles a dejar atrás la cultura del individualismo para construir una sociedad más fraterna, solidaria y profundamente cristiana.
Trazando como en cada domingo un panorama crítico de la realidad nacional, el obispo hizo mención al abandono que enfrentan muchas personas. “El Cristo presente en medio de nosotros exige que la fuerza del amor supere toda herida y se convierta en comunión también con el más pobre, apoyo para el más débil, atención fraterna hacia quienes luchan por sostener el peso de la vida diaria y están en peligro incluso de perder la fe”, expresó.
Advirtió que existe en este tiempo una amenaza: La disgregación y el desprecio. Explicó cómo estas dos amenazas de fracturas se manifiestan en la vida diaria. “Nos disgregamos cuando no somos obedientes a la palabra de Dios, cuando no vivimos la fraternidad entre nosotros, cuando competimos por ocupar los primeros lugares. Los trepadores”.
Egos e idolatrías. Criticó también las formas de vida centradas en el ego y las apariencias, el dejarnos deteriorar, descomponernos por las idolatrías de nuestro tiempo como el aparentar, el querer consumir, el consumidor permanente. ‘‘Ese yo que siempre quiere ser el centro de todo. Quiere tener arrogancia con una actitud siempre triunfante y quiere aplastar al otro”.
En ese sentido, advirtió que “todo esto nos deprecia, nos daña, rebaja nuestro valor. Nos hace menos cristianos y cada vez más mediocres, tibios, secos, indiferentes, humillantes. Y muchas veces impulsa a ser agresivos”.
Para el obispo, señalando la fiesta de Corpus Christi, la Eucaristía no debe vivirse como una rutina vacía sino como una experiencia transformadora y que es muy fácil asistir a misa y no celebrar nada en el corazón. ‘‘Oír las lecturas y no escuchar la voz de Dios. Comulgar piadosamente sin comulgar con Cristo. Damos la paz sin reconciliarnos con nadie”, lamentó.
En ese camino de renovación, el líder de la Iglesia local destacó el poder redentor de Cristo como antídoto frente al deterioro moral, señalando que “Jesús derramó su sangre como precio para que fuésemos purificados de todos los pecados, para no depreciarnos. Miremosle siempre a él, bebamos de su fuente para ser preservados del peligro de la corrupción”.
Al cerrar su homilía, Valenzuela hizo un llamado concreto a vivir la fe con coherencia, pidiendo al Señor ayudar a colaborar con un proyecto de hacer una sociedad paraguaya más humana, más cristiana y sobre todo mucho más unida.
Al término de la misa, se realizó la procesión del Corpus Christi por los alrededores de la Basílica Santuario de la Virgen Azul.