“Nunca se puede estar de acuerdo con la guerra ni justificar la matanza de inocentes por ninguna razón”, expresó el cardenal Adalberto Martínez Flores, arzobispo de Asunción, en la misa por la fiesta de San Charbel, celebrada este domingo en la parroquia dedicada al santo en Itá Enramada, Asunción.
El purpurado lanzó un mensaje contundente contra la guerra, la indiferencia y la pérdida de humanidad en medio de los conflictos bélicos que se desarrollan y que han cobrado miles de vidas.
La crítica se dio después de que el presidente Santiago Peña, con referencia al bombardeo israelí a la única iglesia católica en Gaza, declarara que “nuestra posición ha sido un apoyo inquebrantable del derecho a la defensa que tiene el Estado de Israel... No debe haber civilización ni grupo religioso que haya sufrido más persecución que el pueblo judío”.
El mandatario aseguró que su gobierno también “ha pedido la paz”, aunque en todos los foros internacionales, sin embargo, Paraguay votó en contra del alto al fuego e incluso contra el envío de ayuda humanitaria a la zona en crisis.
Frente a ese contexto, Martínez remarcó que la guerra es el ‘‘gran sinsentido de la humanidad, es el fracaso de la razón y la ruptura del corazón... Dios nos dice: la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”.
Durante su homilía, el primado apuntó directamente a las autoridades y sociedades que optan por la violencia o callan frente a ella. “La pregunta del salmista nos interpela a nuestros gobernantes y a nuestros pueblos: ¿Quién será grato a los ojos del Señor? El que procede honradamente, obra con justicia y no acepta soborno en perjuicio de inocentes”.
Denunció que muchos conflictos actuales son alimentados por “intereses mezquinos que ponen en marcha la maquinaria de la industria bélica”, y llamó a invertir en vida y no en muerte. “Necesitaríamos invertir más en arados para producir alimentos para los pobres y hambrientos”.
El arzobispo hizo también una profunda reflexión sobre la hospitalidad, inspirada en la figura de San Charbel y en las lecturas del día. Aseguró que “la hospitalidad no es solo abrir las puertas de nuestra casa, sino también abrir el corazón”, y valoró el testimonio de santos como María Felicia de Jesús Sacramentado (Chiquitunga), quien supo conjugar la vida de oración con un compromiso activo por los más vulnerables.
“Ella visitaba cárceles, acompañaba a los abuelitos, ayudaba a los enfermos y repartía sonrisas como alimento espiritual. Fue un ejemplo de pan partido para los demás”.
Martínez relató a los fieles católicos su visita al Chaco paraguayo, donde participó de la ordenación de Miguel Fritz como nuevo obispo del Vicariato Apostólico del Pilcomayo. “Un alemán que hace 40 años está en el país, que habla perfectamente el nivaclé, el guaraní y el español”.
En la Catedral de Mariscal Estigarribia, “llena de hermanos nivaclés y guaraníes”, celebró el fruto de años de evangelización. “En un Chaco desértico, a veces hostil, se han abierto surcos regados con sangre, sudor y lágrimas. De eso puedo asegurar”, dijo.
Por último, el cardenal pidió a los fieles seguir el ejemplo de San Charbel, cuya vida fue “una celda de oración, hospitalidad y entrega”. Señaló que el verdadero cristiano debe latir “al unísono del amor” y comprender que la oración y el servicio no se oponen, sino que se nutren mutuamente.
“Estamos en un comedor divino. El Señor nos alimenta con su palabra y con la eucaristía para transformarnos y hacernos pan partido para los demás”, concluyó.