09 ago. 2025

Bioescuela construida con barro, arte, amor y comunidad en Areguá

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Aprendizaje. Los chicos comparten actividades creativas, socioculturales y ambientales.

La Bioescuela Popular El Cántaro funciona en Areguá (Vía Férrea c/Mcal. Estigarribia), fue construida por la comunidad y apuesta por una educación libre, crítica y profundamente humana. Su directora, Joe Giménez, cuenta cómo nació este sueño hecho de adobe, cultura y compromiso social.

En un rincón de Areguá, donde el barro se convierte en arte y las ideas se levantan como muros de adobe, funciona desde hace 18 años la Bioescuela Popular El Cántaro. Sin depender de fondos estatales y con fuerte apoyo comunitario, esta escuela enseña mucho más que oficios o materias: forma jóvenes críticos, sensibles y conscientes del lugar que ocupan en el mundo. Ofrece talleres creativos, actividades socioculturales y ambientales.

Joe, directora y fundadora del proyecto, cuenta que El Cántaro “nace del sueño, de la necesidad de una niña –que somos muchas– que crecimos sin tener acceso a libros, a un instrumento, a una biblioteca. El Cántaro es eso que no tuvimos”.

Aunque no es originaria de Areguá, Joe eligió esta ciudad hace más de 20 años. La conexión con el paisaje, el lago, los cerros y el barro marcaron el inicio de este espacio que hoy es mucho más que una escuela. “Areguá es barro, es arcilla y es comunidad. Este proyecto solo podía empezar acá”, asegura.

El Cántaro se define como una bioescuela popular, un concepto que mezcla educación con bioconstrucción, arte con realidad social. La escuela está hecha con paredes de adobe levantadas por la propia comunidad, y funciona como un espacio abierto a todas las personas, sin importar su situación económica.

MODELO EDIFICANTE. “La comunidad es el centro. No hacemos lo que queremos, sino lo que la comunidad pide. Madres, vecinos, estudiantes, todos forman parte de las decisiones. Es una cadena de favores constante”, explica Joe, orgullosa del modelo horizontal que sostiene a la escuela.

Hechos canción. En El Cántaro descubren su pasión por la música y expresan su talento.

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Uno de los pilares de El Cántaro es la formación de jóvenes críticos, comprometidos con la realidad. “Queremos que los chicos sean incapaces de quedarse callados ante una injusticia. No hacemos política partidaria, pero sí política de vida: cómo transformar el lugar donde vivimos”, dice con convicción.

Los inicios no fueron fáciles. “Durante casi tres años estuvimos en la calle, sin local. Cargábamos mesas, sillas, instrumentos, buscábamos una sombra. Nadie venía al principio, era difícil ganarle a la televisión. Pero hoy ya no necesitamos hacer difusión: hay lista de espera”, cuenta.

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Conocimiento. Los pequeños aprendices disfrutan de talleres, como la lutería, y alimentan su curiosidad con arte.

Joe destaca el valor del arte como herramienta de transformación. Su formación en Mediación Cultural en Francia le permitió repensar la educación desde lo colectivo. “Imaginé la escuela que me hubiera gustado tener de niña, un lugar que me reciba y me enseñe mis derechos”. Hoy El Cántaro es un espacio donde cada niño y niña puede expresarse, crecer, y construir un país mejor. “Ver cómo entran tímidos y salen críticos, despiertos, con voz propia, es lo que nos impulsa a seguir”, concluye. (Por Ayelén Gavilán)

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