17 jun. 2024

Al crecimiento económico le faltan cambios estructurales

El crecimiento económico paraguayo se caracterizó históricamente por su volatilidad. Esto se debe a su alta dependencia de factores exógenos; por lo tanto, es difícil y costoso implementar políticas para suavizar el movimiento del ciclo económico. Además, de la volatilidad se agrega la necesidad de un alto crecimiento con efectos multiplicadores en la pobreza. Se necesitan transformaciones estructurales, Paraguay requiere cambiar los motores del crecimiento y ello conlleva políticas transformadoras.

Un buen ejemplo fue el casi nulo crecimiento del PIB en 2022 debido a problemas climáticos y de comercio exterior. Este año, la sequía sufrida a finales de 2021 produjo una profunda contracción de la agricultura que se sumó a los efectos negativos del conflicto entre Rusia y Ucrania, que ocasionó un pronunciado repunte de la inflación, cuyo registro interanual llegó al 8,1%. Esto afectó el ingreso disponible de los hogares que desde 2014 ya venía cayendo. A la coyuntura de 2022 se agregaron la persistencia de las consecuencias de la pandemia, otro factor no controlable con políticas económicas.

Pero el problema del crecimiento no se limita a los factores anteriores. Paraguay tiene una economía pequeña y muy abierta, con una estructura económica con alta dependencia de pocos productos y mercados.

Estas condiciones internas sumadas a las anteriores ponen límites a las oportunidades de crecimiento económico.

Este contexto no ayuda al crecimiento económico ni a la necesaria y urgente transformación productiva. Paraguay ocupa los primeros lugares en la exportación de varios rubros. Estos tienen bajo valor agregado y no ha habido cambios con respecto a la matriz exportadora; sin embargo, el mundo avanza y la sociedad cambia, así como las aspiraciones de la población.

Por un lado, el periodo denominado “boom de los commodities” llegó a su fin y a la vez que se redujeron los precios de la mayoría de los productos de exportación, aumentaron los precios de los bienes importados por Paraguay, con lo cual también estamos importando inflación. Lo que parecía temporal hace unos años se está volviendo un ciclo de largo plazo.

Por otro lado, estamos entrando a una fase en la que finaliza el bono demográfico y no estamos impulsando las mejoras en la salud y la educación para que el país aproveche la oportunidad. Al contrario, estamos dejando un país altamente vulnerable por el aumento de la deuda y por la crisis climática a una generación que no contará con las condiciones necesarias para enfrentar los grandes desafíos futuros.

Utilizando datos previos a la pandemia, el Banco Mundial construyó el Índice de Capital Humano que señala que un niño nacido en Paraguay en 2020 solo sería un 53% más productivo que podría ser si tuviera pleno acceso a servicios de salud y educación de buena calidad. Casi una cuarta parte de las mujeres jóvenes y una décima parte de los hombres jóvenes no están empleados ni estudian ni reciben formación.

El crecimiento económico necesita tomar fuerza. El problema es que los motores que le dieron movimiento en los últimos 20 años están agotados y el país no está tomando las medidas necesarias para impulsarlo por otras vías.

Los obstáculos al crecimiento tenderán a empeorar. La crisis climática va a agravarse según todos los pronósticos, la diferencia entre los pronósticos es el tiempo que tenemos para desacelerar el ritmo tan rápido que está llevando.

El pago de los servicios de la deuda ya está impidiendo aprovechar el bono demográfico y combatir la inflación.

El Ministerio de Economía y Finanzas está priorizando la sostenibilidad de la deuda a costa del cambio estructural que requieren la educación y la salud, donde se invierte la mitad de las recomendaciones mínimas.

Si queremos retomar la senda de un crecimiento alto con más efectos multiplicadores hay que hacer cambios rápidos porque la demanda internacional ya no será suficiente.

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