SAN ISIDRO DE JEJUÍ, SAN PEDRO
Entre las ruinas de los primeros ranchos derribados por los militares, los pobladores pioneros sobrevivientes de San Isidro de Jejuí compartieron ayer una misa y un acto conmemorativo del 41 aniversario del asalto que intentó destruir su modelo de comunidad asociativa y solidaria, en plena dictadura stronista.
“En la madrugada del 8 de enero de 1975, la dictadura envió a sus soldados a atacarnos a balazos, como si fuéramos peligrosos criminales, pero lo único que queríamos era formar una comunidad de hermanos, compartir la propiedad de la tierra y los frutos de nuestro trabajo”, destaca Máximo Melgarejo, uno de los antiguos luchadores de las Ligas Agrarias Cristianas (LAC) y fundador de la colonia.
Reunidos bajo la sombra de un frondoso árbol de mango, en el mismo lugar donde las tropas militares al mando del teniente coronel José Félix Grau destruyeron sus precarias viviendas y llevaron presos a la mayoría de los jefes de familia, los sobrevivientes, con sus hijos y nietos, participan de una misa celebrada por el pa’i Víctor Martins, párroco de la ciudad de Lima, San Pedro.
COMPARTIR. “Quisieron matar a nuestra comunidad, quisieron matar nuestro sueño de vivir como hermanos y trabajar en forma colectiva, porque eso era un mal ejemplo en esa época y lo sigue siendo ahora, pero aquí estamos, en nuestra tierra recuperada, de nuevo trabajando y produciendo para compartir juntos lo poco y lo mucho que logramos, dice Apolonio Álvarez, otro de los dirigentes.
Tras una larga lucha, luego de haber sido perseguidos y torturados durante el stronismo, los pobladores lograron recuperar 182 de las 230 hectáreas que originalmente poseían, y que tras el asalto fueron entregadas a Ramón Matiauda, primo del dictador.
Hoy solo quedan con vida 24 de los casi 50 fundadores. Actualmente las tierras están tituladas a nombre de la Asociación Campesina San Isidro de Jejuí, que en estos días están cosechando 46 hectáreas de sésamo y también cultivan 20 hectáreas de maíz, principalmente para consumo y venta de directa, cuyos beneficios se distribuyen colectivamente.
“Estamos rescatando y promoviendo el mismo modelo que en los años 70 nos llevó a formar esta comunidad campesina colectiva. La propiedad de la tierra es en común, el trabajo y los beneficios es compartido, pero sobre todo ponemos en práctica la solidaridad y nuestros principios cristianos, convencidos de que solo juntos podemos superar las dificultades”, explica Gregorio Gómez, director de la Asociación.
Los pobladores y sus descendientes encaran ahora un proyecto de ganadería familiar, que implicará el uso de un campo comunal, donde todos traerán sus animales y los cuidarán en forma conjunta.
Tras la misa, en que se rindió homenaje a 22 fundadores ya fallecidos, muchos de ellos por secuelas de la tortura y la represión dictatorial, los pobladores realizaron una asamblea y luego compartieron una tallarinada, renovando el compromiso de seguir trabajando juntos.
En el lugar, a 299 kilómetros de Asunción, sobre la ruta 3, una placa instalada por la Comisión de Verdad y Justicia, rescata a la comunidad como “sitio de memoria histórica”.