Por Estela Ruiz Díaz @Estelaruizdiaz
El domingo a la noche, el TSJE “proclamó oficiosamente” a Mario Abdo Benítez como presidente electo, quien dio su discurso triunfal sin que Efraín Alegre haya admitido su derrota hasta ayer, al cierre de este comentario, alegando sospechas de fraude.
En una jugada sugestiva, Fernando Lugo se encargó de clavar el ataúd de su aliado al llamar el jueves a su ex colega senador a felicitar por su victoria en “una linda elección”, dejando a Alegre en absoluta soledad y descrédito.
Para entender algunas claves, primero hay que desentrañar los números.
DOS PAÍSES. El resultado comicial dibuja dos mapas del país: en la puja presidencial hay un Paraguay dividido en mitades casi iguales. Marito ganó por 1.205.310 contra 1.109.309 de Efraín, apenas por 96 mil votos. Pero en el mapa de los cargos obtenidos hay supremacía colorada: En Senado, la ANR tiene 17 bancas (mayoría simple) y en Diputados 42 (mayoría absoluta). De 17 gobernaciones, la ANR se queda con 13, además de ganar por primera vez en Central, la derrota más dolorosa para los liberales que perdieron su bastión histórico.
Los resultados también consolidan el bipartidismo y el voto castigo golpeó levemente a la ANR (perdió dos bancas en Senado), el PLRA mantiene su eterno segundo lugar, gracias a un sistema electoral que beneficia a los dos partidos grandes en detrimento de los pequeños que como nunca se comprobó en estas elecciones y que desató un álgido debate sobre la necesidad de cambiar las reglas del juego.
Hay evaluaciones imperfectas aún del resultado electoral, pero en general no hay sorpresas y la victoria se la llevó quien mejor trabajó la campaña de acuerdo a las costumbres de su partido y la cultura del pueblo.
ANR. Mario Abdo, un candidato discreto, pragmático, de escaso hablar y sin promesas rimbombantes supo que la unidad granítica de su partido le daría la victoria. Así fue. Cuando los colorados estaban divididos perdieron (2008). Por tanto, y a pesar del escaso margen, sigue siendo infalible la fórmula del “abrazo republicano”. Además, venía de ganar una interna épica a Horacio Cartes, que le dio reputación triunfalista. Y a pesar de pactar con él para enfrentar las elecciones, esa polémica alianza no tuvo los efectos colaterales que la Alianza pretendía y fogoneaba torpemente.
El triunfo colorado es también el triunfo de ese Paraguay conservador, que prefiere seguir apostando a lo seguro en materia económica, a pesar de la desigualdad social y la corrupción política. Un político liberal evaluó los resultados señalando que “el paladar ético de la clase privilegiada está anestesiada”, apuntando sus dardos a la clase media y al sector empresarial que optaron por no arriesgarse por temores ideológicos infundados y egoísmos que evitan pensar un país como acción colectiva.
Como nunca se coló en una elección la cuestión religiosa (aborto, matrimonio igualitario), una partida que jugó primero y muy bien el candidato republicano.
Inmune a las denuncias de fraude, tuvo una semana triunfal con la procesión de los embajadores que fueron a llevarle el reconocimiento de sus gobiernos, como prueba irrefutable de los hechos consumados.
Como todo presidente colorado, tendrá los mayores problemas dentro de su propio partido, que en esta ocasión se llama cartismo. De su capacidad negociadora, que le dio su paso por el Senado donde se aupó en la oposición para fortalecer su liderazgo y derrotar al presidente, dependerá su gobierno.
PLRA. Efraín Alegre es el candidato liberal con mejor perfomance electoral, pero sigue siendo insuficiente para llegar a la meta presidencial. A diferencia del 2013, cuando Cartes le ganó por 8% con la oposición dividida, esta vez acortó la distancia como caballo aliancista. Una de las causas de su derrota fue la interna liberal que no logró resolver con inteligencia. El comportamiento llanista al día siguiente pidiendo su cabeza cuando él seguía vivo con el pulmotor de las denuncias, configura sobrada sospecha para creer que Equipo Joven fue un jugador neutral en esta guerra. Basta con leer el lamento de Líder Amarilla, el mariscal de la derrota en Central: “Categóricamente hubo gente que no solamente no trabajó por la candidatura, sino que también estiraron por otros y permitieron que miembros de mesa anoten resultados que no correspondían”.
Dicen que Llano le cobró su rebeldía por abandonar sus filas.
Además de su gravísimo problema interno, el candidato del apellido contradictorio, tampoco supo transmitir la unidad de la Alianza. Su candidato a vicepresidente, Leo Rubin, acrecentó los temores a la “venezualización” del país y él como candidato no supo despejar esos temores.
Ahora no solo está atrapado en la maraña del revés electoral sino en la desdibujada imagen que dejó su capítulo final como candidato desconociendo los resultados en base a datos insuficientes para cambiar la historia.
Aún le falta tragar el último amargo sorbo del reconocimiento público de la derrota.
TERCERA FUERZA. El Frente Guasu de Fernando Lugo quedó como tercera fuerza, con una banca más en Senado, pero sin representación en Diputados. Consolida su espacio, pero tampoco tuvo un crecimiento exponencial para considerarse una amenaza electoral de cara a futuras elecciones. Es Lugo quien goza de la popularidad y no tanto la izquierda como oferta electoral. Basta con mirar el poco apoyo a las otras fuerzas progresistas que no lograron una banca parlamentaria.
Otra bancada que dará que hablar es Patria Querida que volvió al ruedo de la mano del ganadero Fidel Zavala, con 3 bancas en Senado y 3 en Diputados. Juntos a otras fuerzas como el PDP, Tony Apuril (2) y Payo Cubas, se viene un Senado con épicas batallas ideológicas.
Paraguay ha decidido, y una vez más, ha optado por seguir el camino del continuismo, una palabra que como marca registrada del partido más electoral más exitoso de la democracia, significa, con sus pequeños matices, eso mismo.