Jesús no solo lava los pies el Jueves Santo en señal de humildad, sino también como una denuncia de toda autoridad que oprime en lugar de servir. “No sean ustedes, nos dice Jesús, como los gobernantes que oprimen al pueblo y todavía quieren que les llamen bienhechores. Ustedes tienen que servir como el Hijo del Hombre que no vino a ser servido, sino a servir”.
El Viernes Santo es desgarrador por el sufrimiento de Jesús con el sentimiento del amor que le tenemos se nos rompe de pena el corazón. Pero no olvidemos todos los detalles en la Pasión en los que no se cumplen los derechos humanos. Y que a lo largo de la historia se han conculcado y se conculcan diariamente.
Un detalle: Jesús fue crucificado, no entre dos “ladrones”, sino entre dos “lestaí”, una palabra griega que se utilizaba para designar, no sólo a los “bandidos”, sino además a los “rebeldes políticos”. Por eso se comprende que, en su hora final Jesús se vio traicionado y abandonado por todos: El pueblo y sus discípulos.
La Resurrección de Jesús es más subversiva que su misma muerte y tiene un tremendo contenido político.
Es tremendamente subversiva, pues como proclama Pedro en su primera homilía, el que resucita, es el que ustedes crucificaron y asesinaron. Y lo que Dios quiere que bajen de la cruz y vayan resucitando ya en nuestra historia son las víctimas de la injusticia política, las que de tantas maneras son crucificadas: Desempleados y emigrantes y tantos afectados hoy por ese crimen que es la llamada crisis financiera.
¿Cómo estuvo todo esto presente en nuestras celebraciones de Semana Santa?