29 mar. 2024

La reelección, ese deseo vergonzante

Por Estela Ruiz Díaz

Lo doloroso para el cartismo es que este descalabro no fue resultado de una estrategia de la oposición, sino de la torpeza de la cúpula colorada que en sus ansias por demostrar fuerza, llenó las planillas falsificando firmas, con muertos, fantasmas y otras irregularidades. El apoderado Wildo Almirón está en apuros. Cuando arrancó la campaña, el presidente le dijo que controle las firmas y le responsabilizó de los errores.

Ante este escenario, los aliados pro reelección desaceleraron y pusieron pie en el freno. Prefieren tomarse un tiempo para recuperar aliento y buscar otras acciones para sustentar la enmienda que si bien basta con tener 23 votos en Senado, necesita apoyo popular para darle legitimidad política a un atropello constitucional.

Aparte de los errores tácticos, el problema más grave del plan es que ninguno de los dos interesados se anima a negociar directamente, asumiendo de frente, contra viento y marea los costos políticos de una decisión que aseguran es legal con alto apoyo popular.

YO QUIERO. Horacio Cartes y Fernando Lugo quieren la reelección, pero no se animan a “ensuciarse las manos” públicamente porque ambos cometieron el pecado original de oponerse al segundo mandato alegando ilegalidad.

Desde que asumió en el 2013, Cartes sostuvo que la reelección es una figura prohibida por la Constitución y en poses de estadista negaba intenciones perpetuas. Pero, como sus predecesores también, cayó en la tentación y empezó a mover los hilos para permanecer en el poder. Así empezó la operación “pedido de las bases”, luego “que la gente decida”.

Pero Fernando Lugo se complicó más: votó contra la enmienda en agosto del año pasado dándose un disparo en el pie. Por ahora, no se anima a borrar con el codo lo que escribió con la mano y exige a sus aliados votar lo que él considera inconstitucional.

Con la pesada cruz encima, ambos líderes promueven la enmienda tras bambalinas.

En un primer tiempo intentaron conseguir los 23 votos en el Senado, los números justos para deshacer lo decidido en agosto pasado. Pero esa votación no es una simple matemática de un acuerdo coyuntural de un proyecto de ley cualquiera. Además del sustento popular, encierra pactos para el 2018, especialmente entre Lugo y Blas Llano, que hasta el momento no logran cerrar por la complejidad del acuerdo. La izquierda necesita habilitar a Lugo y recién después sentarse a garabatear acuerdos. Una concertación con Lugo a la cabeza es diferente a una concertación con un liberal a la cabeza, sostienen en el FG. Admiten que aunque Lugo esté habilitado, no habrá éxito electoral con una oposición fragmentada. Y hoy la oposición está partida en pedazos.

El 2013 es la prueba de que la ANR gana con el Tío Rico del Pato Donald si la oposición está dividida.

Ahora que las firmas terminaron en bochorno se complica el panorama. Hay un duro cuestionamiento por el escándalo del operativo Que la gente decida. Ergo, Cartes ha fracasado en su tarea de sustentar la enmienda con la iniciativa popular.

Mientras, el ex obispo sigue cumpliendo su parte del plan: hizo pública su reconciliación con el llanismo y realizan una fuerte campaña por la enmienda bajo el título de la Concertación. Ayer nuevamente se mostró con Blas Lanzoni en un acto con los jóvenes en San Bernardino.

QUÉ TEMEN. Cartes y Lugo no quieren asumir públicamente que negocian la enmienda. Lo hacen entre cuatro paredes a través de emisarios. Las conversaciones se realizan entre gallos y medianoche, siendo los puntales Sixto Pereira (FG) y Lilian Samaniego (ANR). Cartes le hizo saber a Lugo que tiene 13 votos y que solo espera que resuelva su pleito con Llano.

A diferencia del llanismo y del cartismo, la izquierda necesita cuidar las formas. No les basta con tener 23 votos. Necesitan sustentar jurídica y políticamente el paso que van a dar, especialmente la anulación de la sesión del 25 de agosto que rechazó la enmienda. “No queremos aplicar la fuerza de la mayoría sin fundados argumentos jurídicos y políticos”, admitió un cercano a Lugo.

Si hoy dos líderes claves de la política, uno presidente de la República y el otro ex presidente con alto apoyo popular; uno de derecha y otro de izquierda, no se animan a conjugar juntos la palabra reelección con negociaciones claras y transparentes, de cara a la gente, confrontando a sus adversarios en un terreno limpio, será tal vez porque íntimamente saben que su deseo vergonzante es una violación constitucional. Por eso pelean desde la retaguardia. Total si fracasa el plan, ya está la lista de los culpables: Lugo dirá que votó en contra y Cartes que nunca quiso la reelección.

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