En estas vacaciones, me dediqué a leer detenidamente el libro El capital en el siglo XXI, del economista francés Thomas Piketty. El libro consolida los resultados de una extensa investigación empírica sobre la distribución de ingresos y riqueza previamente publicados en varios artículos en revistas especializadas.
Son interesantes, tanto los resultados del trabajo empírico como sus explicaciones teóricas de las causas que llevan a esos resultados y las perspectivas a futuro que se pueden derivar de ellas. Las propuestas de políticas públicas son aún más controversiales.
Los principales resultados de la investigación empírica son altamente preocupantes.
Luego de la importante reducción de la desigualdad en los países desarrollados (EEUU y Europa) en el periodo posterior a la Primera Guerra Mundial, la misma se revirtió y la desigualdad se incrementó significativamente en las últimas tres décadas.
Para ilustrar, la participación del 10% de la población con mayores ingresos superó el 45% del ingreso nacional en EEUU en el 2010, volviendo a los mismos niveles de desigualdad existentes 100 años antes, luego de reducirse a cerca del 30% entre 1945 y 1970.
En el caso de Europa este mismo indicador alcanzó un 35% en el 2010, luego de haber bajado a niveles de 30% entre 1945 y 1970, con la misma tendencia que en EEUU, aunque sin alcanzar los niveles observados a principios del 1900 en que la participación de los más ricos superaba el 45% del ingreso nacional.
Su explicación teórica de las causas de esta tendencia es aún más preocupante.
Utiliza los mismos modelos de crecimiento económico desarrollados por Robert Solow, Paul Romer, etc., para explicar los determinantes del crecimiento económico, pero enfocándose en las consecuencias teóricas en la distribución del ingreso de un proceso de crecimiento. Para ello considera que algunas condiciones de equilibrio de estos modelos de crecimiento, bajo ciertos supuestos, generan una tendencia natural a una mayor concentración en el ingreso.
Para demostrar, construyó una serie de datos de la tasa de retorno del capital, la cual permaneció casi constante entre 4 y 5% incluso desde mediados del siglo XIX. Esto significaría que la teoría de la productividad marginal decreciente del capital no se observa en la práctica.
Por lo tanto, en una economía que ahorra e incrementa continuamente la relación entre el capital y el ingreso nacional, la participación del capital en el ingreso nacional será continuamente creciente.
Como la concentración del capital es incluso superior a la del ingreso, entonces la tendencia de mayor concentración en el ingreso será continuo, a no ser que ocurran algunas catástrofes que destruyan el capital, como guerras, crisis financieras, etc., o se apliquen políticas públicas que corrijan los mercados.
Esta tendencia de creciente concentración nos ha sorprendido a la mayoría de los economistas.
Las referencias sobre crecimiento y distribución del ingreso se remontan a los trabajos de Simon Kuznets entre 1950/1960, cuyas conclusiones señalan que en el proceso de desarrollo, luego de un empeoramiento en la distribución en las etapas iniciales, la tendencia natural es la de una mayor igualdad en la medida en que se alcanzan mayores niveles de desarrollo.
Sin duda, la desigualdad será uno de los temas principales en la agenda de investigación de los economistas en las próximas décadas por las implicancias que tiene para el estilo de vida de las personas en las sociedades democráticas actuales.
Ojalá encontremos la forma de compatibilizar ambos elementos fundamentales del desarrollo: el crecimiento sostenido y una desigualdad acotada.
(*) Economista de Desarrollo en Democracia (Dende), ex ministro de Hacienda.