Tal como están las cosas, con la narcopolítica plenamente vigente, con la imposibilidad y la falta de voluntad para controlar los fondos electorales desde los organismos del Estado, con la vieja cultura de la corrupción todavía fuertemente instalada, es lógico que en muchas ciudades y pueblos del Paraguay hayan vuelto a surgir candidatos y candidatas a intendentes y a concejales municipales que están ligados a la mafia y al crimen organizado, o que tengan cuentas pendientes con la Justicia por alguna fechoría, pero que aun así tengan grandes chances de resultar electos en los próximos comicios del 15 de noviembre.
Sin embargo, uno espera siempre que junto a estos impresentables candidatos –en su mayoría, vergonzosamente avalados por los partidos políticos más tradicionales, aunque también por algunos nuevos movimientos– aparezcan también hombres y mujeres con una vocación de política verdadera –la que busca el bien común–, con una trayectoria de trabajo honesto y de servicio solidario, que puedan ofrecer alternativas de elección a la comunidad.
Es lo que se espera en un sistema democrático. Si aún así la mayoría vota por los más bandidos, bueno, que sufran las consecuencias por los próximos cinco años. Tal vez de ese modo aprendan.
Pero ¿qué hacer cuando se presenta una situación inédita, como la que hoy padece la gente de Lambaré, vecina a la capital, Asunción, una de la ciudades históricamente más importantes del país, en donde solamente pueden elegir entre un candidato colorado doblemente imputado por lesión de confianza, y otro candidato liberal, también imputado por lavado y otros delitos de presunta estafa?
Es probablemente la más patética expresión de nuestra crisis política. Elegir entre un bandido y otro bandido. Y de esto tienen igual culpa los principales partidos tradicionales, el colorado y el liberal, que no han aprendido nada de su propia historia y siguen apostando por tránsfugas para la conducción de sus destinos políticos, como tienen también culpa los nuevos partidos y movimientos, que por no arriesgar no han presentado candidatos diferentes a la intendencia de Lambaré, y se han jugado cómodamente solo por algunos lugares en la Junta Municipal. Se presentan como progresistas, pero también son tan conservadores.
Hoy, los lambareños no tienen otra opción más que la de quedarse sin intendente. Quizá sería mucho pedir que hagan lo que hicieron otros pueblos en otros países, hartos de la mafia política, y volcarse de lleno al voto nulo de castigo, promoviendo como candidatos de hecho y votando masivamente por su simbólica Burrerita o por su querido Cacique Lambaré. Será una manera de dar una lección, de generar una crisis aún mayor, pero con ello empezar a recomponer el mejor camino para otra Lambaré y otro Paraguay posibles.
