13 may. 2024

El silencio que quiere el Nuevo Rumbo

Por Miguel H. López – En TW: @miguelhache

La relación del periodismo con el poder siempre atraviesa momentos de alta tensión, porque así debe ser naturalmente. Sin embargo, pocas veces los representantes de ese poder político se tornan tan explícitos, tan descarados, al desplegar directa o indirectamente –por acción u omisión– mensajes amenazantes o violatorios contra el derecho de libertad de expresión-prensa, salvo que sea una autocracia. El gobierno de Cartes fue prolífico en estos peligrosos síntomas desde que asumió en agosto de 2013 anunciando respeto a los DDHH.

Tres periodistas asesinados y una asistente de corresponsalía, un periodista de medio alternativo perseguido, apresado, torturado y procesado por cubrir disturbios y fotografiar a policías en actos de represión y abuso; numerosas radios comunitarias –o educativas– no alineadas despojadas de sus equipos o licencia, en su defecto; y un comentario mafioso-tropical del propio presidente de la República a un cronista de radio al hacerle una pregunta incómoda sobre la narcopolítica: “Calladito te ves más bonito”. Todo esto en 16 meses de gobierno configuran un rostro claramente contrario a principios elementales de democracia y estado de derecho.

Los defensores del actual stablishment gubernamental siempre argumentan que bajo el mandato del actual gobernante colorado no se violan los DDHH. Es más, lo dijo en comunicado oficial el propio Poder Ejecutivo. ¿A qué juegan cuando salen a decir estas cosas tan a contramano de la realidad que todos los paraguayos vemos, sentimos y padecemos?

El respeto a los derechos no tiene puntos intermedios, así como los principios. O se atenta contra ellos o se los respeta. Así como uno no puede ser medio honesto o medio deshonesto. O es o no, sencillamente.

En ese sentido, el capítulo del que hablamos aquí, el del periodismo y el poder político paraguayo está profunda y notoriamente desmejorado en su relacionamiento dentro de los parámetros del derecho y el respeto inalienables. Los organismos internacionales ven en el asesinato de un periodista el extremo final de la violación de la libertad de expresión-prensa. O cualquier amenaza, amague o presión de algún agente del Estado hacia el trabajo sincero de la prensa como peligrosa muestra de intento de mordaza, censura y atentado contra uno de los pilares fundamentales del sistema republicano.

Al Gobierno y a su entorno –los integrantes de los demás poderes– les molesta más que de costumbre lo que la prensa publica. Más aún desde que los militantes de la narcopolítica asesinaron a Pablo Medina el 16 de octubre pasado. ¿Por qué? Un viejo dicho señala que quien nada debe, nada teme...

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