05 may. 2024

Edelio espera

fernando-boccia@uhora.com.py

Por Fernando Boccia Torres  –  fernando-boccia@uhora.com.py

Por Fernando Boccia Torres – fernando-boccia@uhora.com.py

Hace un año que está en cautiverio. Probablemente en algún tupido monte, quizás atado a un árbol como estuvieron otros como él o caminando durante horas cada día. Su vida, desde hace 368 días, depende de un grupo de desequilibrados mentales que saben –estoy seguro que en el fondo lo saben– que no vencerán en una lucha tan trasnochada y delirante, en una guerra que hasta ahora perjudicó principalmente a ese campesinado pobre que ellos dicen proteger. Y ahí está él, esperando que alguien lo saque de ese lugar. Esperando algún día volver con su familia, terminar de construir su casa y poder compartir con sus amigos, como antes.

Mientras tanto, por supuesto, el Gobierno busca tapar su estrepitoso fracaso, los políticos opositores lo nombran para criticar a sus rivales de turno y una gran mayoría de la sociedad va olvidándolo paulatinamente.

Por supuesto, varios sectores y organizaciones se siguen acordando de Edelio Morínigo, pero si comparamos su caso con los anteriores secuestros en los últimos años, notaremos varias diferencias sustanciales en la reacción mediática y social. Lejos están aquellas banderas blancas que coparon las calles por Arlan, Fidel, Luis, Cecilia y María Edith y aún más distantes están los fuertes comunicados de grupos de poder empresarial y rural.

Pasó un año de su desaparición y en su informe de gestión el presidente de la República ni siquiera lo nombró. Durante esas dos horas de discurso, Edelio Morínigo nunca fue secuestrado y el Estado iba ganando la lucha a los grupos armados del Norte del país. Terminado aquel espacio de ficción, Cartes volvió a pisar la realidad y culpó a sus asesores de no haber aunque sea citado al suboficial. Quizás sus asesores también sean culpables de que el Ejército del Pueblo Paraguayo haya cosechado más víctimas y perpetrado más golpes durante este periodo presidencial que en cualquiera de los anteriores gobiernos.

La lucha contra los grupos armados, hay que decirlo, sigue igual de firme que siempre. Si no lo creen es suficiente ver el Presupuesto General y notar cómo cada año se destinan cada vez más millones de dólares para la militarización de una amplia zona que, más que tanques y fusiles, necesita escuelas, hospitales, caminos e inversiones.

Sobre este punto habría que consultar al general retirado Herminio Piñánez, que denunció cómo la muerte de su hijo fue una maniobra para tapar la corrupción generalizada dentro de la Fuerza de Tarea Conjunta.

Y ahí, en el fondo del monte, atado a un árbol o caminando durante horas y días, está el suboficial Edelio Morínigo. Quizás mantiene la esperanza de que alguien recuerde que su familia lo aguarda a unos pocos kilómetros de distancia, que todavía le falta terminar de construir su casa y que él sigue esperando.

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