El último de ellos se dio el lunes pasado y su impacto fue tal porque dejó sin su única banca al partido Patria Querida por medio de la cual se postuló y convirtió en senador, el empresario Orlando Penner, quien anunció su renuncia a esta nucleación política alegando desavenencias con la conducción partidaria.
Aunque el legislador no confirmó si oficialmente pasará a engrosar la bancada hegemónica del Partido Colorado (cartista), en la práctica ha demostrado ser funcional a este sector.
De este modo, Penner se suma a otros senadores que se ganaron el calificativo de persona tránsfuga, que en política es sinónimo de traidora, desleal.
¿Qué hacer frente a esta práctica? ¿De qué manera afecta a los partidos y movimientos políticos y al pluralismo?
El profesor y jurista paraguayo, Jorge Silvero, dice que últimamente tenemos varias clases de tránsfugas: Desde el que no renuncia a su partido de oposición, pero siempre vota en bloque con el oficialismo hasta el que abandona al partido de oposición y se pasa formalmente al partido del oficialismo. En el medio, también hay matices. Por ejemplo, el que renuncia al partido de oposición, no ingresa al partido del oficialismo se declara independiente, pero vota mayormente a favor del oficialismo.
Un caso distinto, y que no necesariamente cae dentro de una definición estricta de tránsfuga, aclara, es quien renuncia a su partido de oposición y sigue votando con la oposición, es decir, el oficialismo no gana nada, aunque el partido de origen sufre la pérdida.
REALIDAD. En la Cámara de Senadores, 11,1% del total de la representación ha migrado de su partido o colación de origen a la ANR (Partido Colorado) agrega al análisis Carmen Echauri, socióloga especializada en democracia y participación, actualmente parte de Idea Internacional Paraguay. En su opinión, con esto que está ocurriendo, se reduce la pluralidad política y se pasa a incrementar una mayoría que no se origina en el voto popular.
Guzmán Ibarra, politólogo especialista en partidos políticos y financiamiento político, halla explicación del fenómeno en la estrategia del oficialismo que cuenta con una variedad de recursos persuasivos “capaces de atraer a legisladores disidentes”. Y dice que aunque los efectos negativos asociados a una alta concentración del poder político sean evidentes, “es comprensible la lógica del deseo de cualquier partido de expandir su influencia”. Pero apunta otra variable: El voto preferente. Recuerda que al respecto fue alertado en su momento de que esta modalidad daña la cohesión partidaria, personaliza la política y debilita a los partidos.
“Esto se debe a que el voto preferente fortalece la competencia intrapartidista y estimula el individualismo en la búsqueda de votos. Además del daño a la unidad del partido que puede quedar luego de las elecciones, los candidatos electos, con justa razón, reclamarán que llegaron a sus puestos gracias a los votos que ellos mismos consiguieron, lo que reduce la lealtad o el deber hacia la institución partidaria”, puntualiza.
Legitimidad. Carmen Echauri ve este tema como un emergente de la crisis de representación y de representatividad y de la propia calidad de la democracia. Dice que si la representación política se constituye con el voto popular, se está ante un vínculo entre la o el candidato con el electorado, que se postula en listas partidarias por una agrupación política en particular. “Entonces, el electorado de ese partido elige en un mismo acto al partido político y a la candidatura”, precisa.
En consecuencia, los electores fueron votados por su pertenencia a ese partido político, a su ideología y las promesas electorales planteadas por dicha organización.
“Los representantes (en el Congreso) son resultado de la voluntad popular expresada en las urnas, que es la fuente de la llamada legitimidad de origen”. Por eso, puntualiza que el transfuguismo, deslegitima la representación, defrauda al electorado que lo eligió y menoscaba el voto popular. Pero además, afecta la correlación de fuerzas y la pluralidad política que se conforma en una elección.
¿QUÉ HACER? Guzmán Ibarra desalienta proponer reformas en estos momentos. Pero sí considera necesario reflexionar sobre la importancia de contar con partidos fuertes y serios. “No me parece conducente pensar la política en términos de llaneros solitarios y héroes individuales que aparecen en cada elección y puedan resolver todo. Pensar en las vitalidad de las organizaciones partidarias es central”, resalta. En este punto es coincidente, Jorge Silvero. Para él, transfuguismo y otros problemas partidarios denotan en realidad la necesidad urgente de una reforma del sistema de partidos. “En Paraguay, tuvimos reformas de todo tipo, hasta una constitucional y electoral, menos del régimen de partidos políticos. Y ahí, en sus vetustas estructuras anida el autoritarismo y la corrupción”, señala.
Dice que se puede prever en la ley que cuando el partido es de oposición y si el parlamentario tránsfuga se pasa al oficialismo, el partido pueda presentar un reclamo ante la Justicia Electoral, y que se le adjudique la banca. “Así se mantendría la representación surgida de las urnas en buena medida. Vale decir, la solución legal no siempre tendría que darle la banca al senador, también cabría sancionar su traición al partido y al electorado”, sugiere.
Echauri dice que regular sobre el transfuguismo es complejo, ya que el mandato de la representación política históricamente ha evolucionado del mandato imperativo, prohibido taxativamente por la Constitución Nacional (art. 201), al mandato libre o representativo, que habilita a las y los parlamentarios a tomar decisiones de manera libre, “aunque se espera coherencia ideológica y responsabilidad con el electorado”. Considera interesante el debate y que se hable de pactos ético-políticos entre otras opciones.
Banca pertenece al proclamado
El asesor de la Justicia Electoral, Carlos María Ljubetic dice que la ley no dispone que la banca pertenezca al partido político. Tampoco prevé el transfuguismo, dice.
La banca le pertenece al proclamado como resultado de las elecciones. Sin embargo, su opinión personal es que cuando una persona es electa por un partido político para un cargo representativo, como el de los parlamentarios, y pasa a otro partido, está defraudando la voluntad popular.
“Hay que legislar para que eso no ocurra”, dice, aunque advierte que para ello debe asegurarse que no contravenga a la Constitución. Analizar si esto es factible es una tarea de los partidos políticos, dice. Aunque reconoce que una cosa es la intención y otra es la realidad de nuestra legislación.
