El principal problema laboral no es el desempleo, si se considera que alrededor del 5% de la población económicamente activa no encuentra trabajo, sino que la precariedad de los empleos existentes afecta al 80% de la población ocupada. La baja cobertura de la seguridad social deja a gran parte de la población trabajadora sin los beneficios de contar con el acceso a servicios de salud frente a los riesgos de una enfermedad. A largo plazo, la falta de aporte a algún mecanismo jubilatorio se traduce en la dependencia económica y en muchos casos en pobreza.
Esta baja cobertura tiene origen en el diseño mismo del sistema que deja fuera a amplios sectores de la población, como al campesino o las personas en situación de pobreza, pero también contribuye la evasión del sector empresarial, manejándose al margen de la ley importantes ramas de la producción. El ejercicio del derecho a la organización es limitado, impidiendo que los trabajadores puedan negociar mejores condiciones laborales.
Las mujeres y la juventud presentan las peores condiciones laborales. A pesar del discurso nacional sobre el rol fundamental de la “gloriosa mujer paraguaya” en la familia y la economía, cuando se discuten temas como el permiso de maternidad se escuchan voces señalando el riesgo de despido masivo. El llamado bono demográfico y la ventana de oportunidades que ofrece un país relativamente joven en su estructura de edades no se traducen en políticas eficaces ni están presentes en todos los sectores.
La deficiente situación de los trabajadores en Paraguay se debe a múltiples factores, pero el principal termina siendo la debilidad de las normativas vigentes y de la política pública. El Poder Ejecutivo tiene competencias para la fiscalización del cumplimiento de las leyes; sin embargo, los altos niveles de evasión a la seguridad social y los bajos niveles de formalización en términos de contratos, aun en las grandes empresas, muestran la deficiencia en este ámbito de la política.
No existe una política activa de empleo de amplio alcance y cobertura, dada la dimensión del problema. La formación técnica y laboral no responde a las necesidades del mercado ni a las expectativas de los trabajadores.
Los festejos del primero de mayo deberían estar centrados en la difusión de los logros del país en el acceso a trabajos de alta calidad. Sin embargo, las estadísticas laborales muestran lentos avances a pesar de muchos años de altos niveles de crecimiento del producto y de estabilidad macroeconómica. El Gobierno debe dar señales claras sobre la prioridad que tiene el tema laboral en su agenda. Estas señales deben ir más allá de los discursos y traducirse en cambios en las estadísticas laborales.