A la hora de culpar, aparecen rostros de diversas administraciones, al menos desde el 2000, cuando se empezó a alertar sobre la necesidad de aplicar un plan de inversiones e instalación de substaciones para evitar el colapso. Sin embargo, pocos tomaron nota y si lo hicieron fue absolutamente insuficiente para evitar el descalabro.
Los ciudadanos de todo el país, y especialmente de la Capital y Área Metropolitana, sufren a diario los cortes con las pérdidas económicas correspondientes: desde la leche y la carne del día hasta costos millonarios de las despensas, productores y empresas en general.
Nadie se salva de la chispeante ineficacia de la ANDE.
Desde la entidad eléctrica pretenden echar la culpa a los administradores políticos. Sin embargo, las distintas presidencias fueron ejercidas por ingenieros de la casa, por tanto no pueden eludir su culpabilidad en este desastre. En la ANDE, hay una casta que maneja la institución que se alterna los cargos gerenciales y en connivencia con sus patrones políticos hunden la institución, en otros tiempos emblema de la eficacia.
En estos días también los medios apabullan también con cifras y nombres de los planilleros, esa casta privilegiada de sanguijuelas que desangran al Estado. A partir de las denuncias y las listas que aparecen, uno puede ver que el padrinazgo político dejó de ser la única vía para acceder a un cargo en el Estado, o mejor, para acceder a un salario del Estado sin el esfuerzo de trabajar.
Vemos así que mozos, secretarias, esposas y amantes aprovechan su cercanía al poder para incorporar a sus familiares con los mismos irritantes privilegios. No solo los partidos son el puente para tener un rubro del Estado.
Estos y otros temas explotan en el rostro de los partidos y los ciudadanos sufren las esquirlas de una administración secuestrada por los políticos desde la caída de la dictadura para beneficio de sus corporaciones y apetencias personales.
RESPONSABILIDAD COMPARTIDA. Sin lugar a dudas, el Partido Colorado es el mayor responsable de la decadencia administrativa porque ha manejado los recursos del Estado en dictadura y en democracia.
El problema es que por la misma avaricia, el PLRA se sumó a esta comparsa y la izquierda tampoco pudo evitar cometer los mismos pecados en su corta vida al frente del Poder Ejecutivo.
Y ese es el gran error político de la oposición, especialmente de los liberales, que han perdido la voz y la bandera de la honestidad pública por haber participado, avalado y protegido a sus corruptos. Sorprende que el Directorio se reúna para denunciar persecución política cuando sus intendentes son denunciados por apropiarse del Fonacide, por dar un ejemplo.
No vislumbran que a causa de ello están dejando de ser la alternativa para la alternancia política y deben conformarse con el segundón rol del cogobierno (casos Fernando Lugo y Mario Ferreiro). Tienen el ejército pero no al conductor de las grandes batallas políticas. En fin, están perdiendo la batalla ética, un capital cada vez más valorado en tiempos de podredumbre política.
Por ello, cuando Cartes da la orden para la transparencia administrativa, hay un silencio temeroso en todos los partidos porque saben que cuando salten los nombres, aparecerán los padrinos políticos. Y con ello, la devaluación del discurso. Y aquí ninguna bandera blanca de la anticorrupción flamea con orgullo. Hay pocas excepciones. El PDP es tal vez el único partido que renunció públicamente a tener su cupo de operadores en la Justicia Electoral.
Es quizá por esto de “todos somos culpables”, algunos en más medida que otros, que ningún partido analiza internamente estos escándalos y se anima a sentar posiciones políticas. Porque a cada acusación, vendrá la respuesta sobre sus propias corrupciones.
Es que todos tienen sus planilleros, todos administraron la ANDE, todos robaron un poco de todo en todas las áreas del Estado.
Y esta es la tragedia más grande del Paraguay: el colapso ético y moral de la dirigencia política que incapaz de entender el mundo más allá de sus privilegios, han arrastrado a buena parte de la sociedad a su impudicia.