Ha pasado más de un mes de las internas coloradas, pero el abrazo republicano sigue sin cuajar. Las dos reuniones conocidas entre Horacio Cartes y Mario Abdo Benítez (h) y los contactos telefónicos no han logrado limar las asperezas más allá de los sobreactuados discursos y gestos.
Es difícil digerir la derrota, más aún cuando se trata del candidato presidencial, pero lo es más cuando el triunfalismo ha segado la posibilidad de admitir un revés electoral. Es lo que le ha pasado al cartismo que ni en su peor pesadilla estimó una derrota. En el largo camino del duelo siguen en la etapa de la ira.
A medida que pasa el tiempo, el análisis y la evaluación ganan terreno y en este contexto es inevitable apuntar a las causas de la derrota, pero especialmente a los causantes de esta. En Honor Colorado se aprendieron el guion: faltó más tiempo para instalar al candidato Santiago Peña, su doble afiliación y la expectativa exagerada en el voto juvenil alimentada por estrategas del PowerPoint. De todo esto fue advertido Cartes por experimentados dirigentes de base que se atrevieron a contrariar la maquinaria marketinera: no es lo mismo un outsider independiente (como lo fue él mismo) a instalar un candidato liberal afiliado en un humillante acto político. También le alertaron: “Los jóvenes no votan”, pero le obnubilaron con datos de las redes sociales, otra gran burbuja que explotó con la realidad. En síntesis, la única boleta de Honor Colorado que perdió fue la chapa presidencial y, por tanto, la carga de la derrota está sobre las espaldas de Cartes, quien impuso la candidatura de Peña contra viento y marea. A esto se debe el nerviosismo presidencial que afloró con fuerza en estos días.
Desde el lunes que el presidente aprovecha cuanto acto político para lanzar metamensajes. Por un lado, exige unidad granítica con tono amenazante: “Le digo bien al que no va a votar a Lista 1, en este caso, al senador Mario Abdo Benítez, que no me vote tampoco en lista de senadores”. Pero en el mismo acto critica a los disidentes señalando que si perdían, no iban a tener la misma actitud: "¿Por qué vamos a acompañarles si ellos (Colorado Añetete) no nos iban a acompañar? Porque no queremos ser iguales que ellos. Vamos a llegar a la Cámara de Senadores y Diputados, para estar al servicio del Partido Colorado. No vamos a ser disidencia”.
El jueves admitió que las heridas siguen abiertas, pero solicitó superar enconos: “Las diferencias sean superadas, esto no es fácil. Si querés ganar hay que chupar clavos”, dijo confundiendo expresiones a su estilo. Acto seguido liberó su rabia recordando a los disidentes que cuando “Mangui Alliana ganó por 135.000 votos, ¿qué nos contestaron los otros? Nunca más pisaron el partido, hasta (hace unas semanas) el día de la proclama”. En otro momento, digno de la transformación, estilo Dr. Jekyll y Mr. Hyde, amenazó a los traidores: “Pueden votar al candidato a diputado de otro partido y echar a nuestros candidatos del Partido Colorado, pero sepan que se va a saber todo. Y yo personal y responsablemente me encargaré de que todo el mundo se entere y a ese dirigente ya no le será cómodo formar parte de este partido”.
CAMPAÑA. En la carpa del candidato presidencial colorado tampoco hay una hoja de ruta muy clara y contundente. El apresurado encuentro de Mario Abdo con Cartes el 28 de diciembre tal vez fue uno de los problemas. El ganador quiso acelerar el proceso de unidad rompiendo el hielo, pero la vigencia de agendas muy distintas y los asuntos pendientes no resueltos pesaron más. Como el caso Díaz Verón, donde claramente chocaron los intereses. No se lograron los votos para el juicio político porque la bancada cartista blindó al fiscal general, mientras que la disidencia mantuvo su posición principista. Cartes intentó sin éxito un trueque: la cabeza de Díaz Verón por la votación a favor de Sandra Quiñónez para el Ministerio Público. Las diferencias públicas reflejan los pocos avances de las negociaciones en privado.
MARITO SE DEBATE EN UN DILEMA EXISTENCIAL. La unidad colorada implica a Cartes y su tropa en sus actos. ¿No será eso contraproducente cuando el voto anticartista ganó en las internas? ¿Cómo sentar juntos a Galaverna con Zacarías Irún, o Rodolfo Friedmann con Pipo Alfonso? ¿Pondrán bajo la alfombra a Perla de Vázquez? ¿Cómo afectará todo esto a su campaña que requiere seducir a un electorado independiente?
Como candidato que derrotó la suma de poderes más sólida de toda la transición está obligado a mantener su discurso y por ello no encuentra cómo ensamblar esas contradicciones. Sabe también que la falta de unidad condiciona su futuro electoral. Y este es el punto que Honor Colorado no está comprendiendo. Pretender que se apee de sus posiciones de campaña sería disminuir su capacidad electoral y aquí es donde está la traba principal. ¿Cuánto está dispuesto a ceder el presidente en aras del triunfo de la ANR? ¿Se prestará, si hace falta, a quedar relegado de la campaña? ¿O ser cuestionado públicamente? ¿Tolerará que Mario Abdo se aleje de su gestión, o incluso siga criticándolo, para fortalecer su candidatura?
Cartes refleja en sus discursos y en las reuniones con sus bases que sigue sin asimilar la derrota y que pretende seguir siendo el capitán cuando el pueblo colorado lo relegó del puesto el 17 de diciembre.
Mirando este escenario ambiguo, un viejo dirigente colorado resumió el cuadro de esta manera: “Los cartistas no estábamos preparados para la derrota ni los disidentes para la victoria”.