19 jul. 2025

20 años de marchas campesinas: El grito de la tierra nunca silenciado

Empezaron a marchar en 1994 y desde entonces lo hacen año tras año, siempre en marzo, haciendo oír sus reclamos a todos los gobiernos. Tuvieron activa participación en el Marzo Paraguayo. Ni la represión ni el olvido consiguen acallar la rebeldía campesina.

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En 1999, la marcha campesina se sumó a la gesta del Marzo Paraguayo. Foto: Archivo UH

Por Andrés Colmán Gutiérrez

@andrescolman

Han llegado otra vez, con sus rostros curtidos por el sol y las penurias, zapatos gastados o pies desnudos sobre el asfalto negro. Han llegado con sus banderas descoloridas, sus toscas pancartas de tela y sus consignas en guaraní.

“Tan tierra son los hombres de mi tierra...”, escribió acerca de ellos el gran novelista Augusto Roa Bastos.

Han llegado otra vez, como en aquella primera movilización de 1994, desde cuya fecha repiten el ritual todos los años, en cada marzo húmedo y otoñal. Esta nueva marcha campesina tiene un especial significado, porque se cumplen dos décadas de peregrinación hasta el centro de la capital, 20 años de expresar reclamos agrarios ante los oídos del poder.

<h2>Inicios</h2>

La primera marcha campesina se realizó el 15 de marzo de 1994, durante el gobierno de Juan Carlos Wasmosy, convocada por la Coordinadora Interdepartamental de Organizaciones Campesinas (CIOC), una sigla que se creó para intentar aglutinar a los distintos grupos y movimientos rurales que habían sobrevivido a la caída de la dictadura y se estaban reorganizando.

Entre los movimientos sociales del Paraguay, las organizaciones campesinas fueron las que mantuvieron mayor poder de organización, movilización y resistencia, aún en los momentos de mayor represión desde el régimen dictatorial del general Alfredo Stroessner.

“Tras la persecución a las Ligas Agraria y otras organizaciones, durante la dictadura, un sector importante se mantuvo en la Coordinación Nacional de Productores Agrícolas (CONAPA), hasta que en 1991 fundamos la Federación Nacional Campesina y ya surgió la idea de organizar una gran marcha hasta Asunción, para hacer escuchar nuestra voz y nuestros reclamos”, relata Marcial Gómez, secretario general adjunto de la FNC.

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“Los campesinos también existen” titulaba Última Hora en su edición entonces vespertina del 15 de marzo, con una gran foto de la movilización por la avenida Eusebio Ayala, y agregaba en un subtítulo: “Con la gran marcha, el país no terminó hoy en Calle Última”. La crónica relataba las múltiples trabas que el gobierno intentó aplicar para evitar que los labriegos lleguen hasta Asunción, pero que resultaron infructuosas.

Aquella primera marcha, de la que participaron otras organizaciones nacionales y regionales, tuvo tanto impacto en los medios de comunicación y en la sociedad, que sus organizadores decidieron repetirla al año siguiente.

Fruto de aquella primera experiencia exitosa, nació una nucleación más permanente, la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (MCNOC), que se encargó de organizar las siguientes marchas, hasta 1998, cuando hubo una crisis y una división.

<h2>Marzo Paraguayo</h2>

La emergencia del oviedismo, con la elección de Raúl Cubas como presidente en 1998, pero con el general Lino Oviedo manejando los hilos del poder, despertó un gran debate entre las organizaciones campesinas.

“Para nosotros, el gobierno de Oviedo significaba claramente la asunción del fascismo y del autoritarismo, que atentaba contra las organizaciones populares y las libertades públicas. En el 98 hicimos una plenaria y decidimos tener una postura clara contra el fascismo, salir a combatirlo con movilizaciones, con cierres de calles y rutas”, relata Marcial Gómez.

Esta postura no fue compartida por otras organizaciones campesinas, que finalmente decidieron no apoyar a la quinta marcha campesina en marzo de 1999 y se produjo la primera ruptura. La MCNOC se abrió de la organización y la marcha fue convocada por la FNC, pero a nombre de una Comisión de Reforma Agraria.

Fue la más crítica de todas las marchas, ya que el día 23 de marzo, cuando estaban por salir caminando desde el ex Seminario Metropolitano, se produjo el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, y los campesinos finalmente se unieron a la llamada gesta ciudadana del Marzo Paraguayo, resistiendo durante varios días en las plazas del Congreso. Su participación fue decisiva para forzar la renuncia del presidente Cubas y la huida de Oviedo.

“Nosotros solo cumplimos con la posición que habíamos asumido. En esa ocasión logramos, además, que el Congreso apruebe una ley que decrete la condonación de las deudas de los pequeños productores ante la banca pública”, recuerda Marcial.

Entre los “mártires del Marzo Paraguayo” falleció asesinado un miembro de la FNC, Cristóbal Espínola, alcanzado por las balas de los francotiradores. El asentamiento al que pertenecía, en Alto Paraná, actualmente lleva el nombre del joven campesino mártir.

En su homenaje, en esta 20.ª marcha campesina, muchos participantes portarán los mismos simbólicos garrotes de madera que portaban en aquella gesta de 1999, y que según los organizadores “ayudaron a defender a la democracia ante el avance del fascismo”.

<h2>Logros</h2>

¿Qué han podido conseguir en estos veinte años de llenar las calles y las plazas asuncenas con la multitudinaria presencia campesina?

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“Hubo logros concretos, como la condonación de deudas de los pequeños productores, la paralización de un plan de privatización de empresas públicas, la derrota del proyecto político fascista en el Marzo Paraguayo, pero, por sobre todo, pudimos instalar debates con nuestras críticas a un sistema socioeconómico que excluye a los pobres, y nuestra propuestas sobre el modelo de sociedad que queremos impulsar”, asegura Marcial.

La marcha número 20, que se inició este miércoles con la llegada de miles de campesinos de todo el país y una serie de eventos en el ex Seminario Metropolitano, y sigue este jueves con la masiva caminata hasta las plazas del Congreso Nacional, tiene como lema: “Por la reforma agraria, desarrollo nacional, seguro agrícola y contra el latifundio”.

“Cuestionamos a un modelo rural de producción empresarial, ligado a la agroexportación de materias primas, que no genera fuentes de trabajo y, por el contrario, expulsa mano de obra del campo, causando envenenamiento con agrotóxicos, destrucción del medio ambiente.

Estamos en contra de la <em>sojalización</em> y el uso de transgénicos, y a favor de la producción agrícola nacional”, resume Gómez.

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Aunque en los medios de comunicación se asegura que las marchas se suceden año tras año, sin que se produzcan cambios importantes en el campesinado, Marcial considera que sí hubo avances, especialmente políticos al interior del campesinado.

“Para nosotros, las marchas son una forma de expresarnos ante la gente, de hacer oír nuestra voz y dar a conocer nuestras propuestas, pero también de crecer como organización. Hoy tenemos a una mujer (Teodolina Villalba) al frente de la FNC, lo cual significó un gran paso en la participación política de las mujeres campesinas y una superación de nuestra mentalidad machista y patriarcal”, apunta.

<h2>Mentiras electorales</h2>

Otro punto que diferencia a la FNC de otros movimientos campesinos, sociales o de izquierda, es que sus miembros no respaldan a ninguna candidatura para las próximas elecciones, como tampoco lo han hecho en las anteriores.

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“No creemos que actualmente haya algún candidato, partido o movimiento que plantee una verdadera transformación de este sistema socioeconómico que causa pobreza y atraso. Ninguno tiene un verdadero plan de reforma agraria, desarrollo social e industrial, como el que nosotros pretendemos”, dice Marcial Gómez.

La FNC, que promovió el “voto protesta” en la anterior elección, pidiendo a sus afiliados que voten en blanco, mantiene la misma posición para estos comicios. “Lo que ofrecen a los campesinos son mentiras electorales. Incluso el gobierno de Lugo, que se embanderaba con la reforma agraria, no hizo prácticamente nada”, cuestiona.

¿Qué hacer, entonces, ante la inacción de los gobiernos? Marcial es bien concreto: “Las conquistas se logran con lucha social y fuerza organizativa, para eso también son las marchas campesinas. Hoy tenemos unas 200.000 hectáreas de tierra en distintos puntos del país, con unos 40 asentamientos rurales. Eso se ganó con ocupaciones, movilizaciones, cierres de rutas, exigiendo a las autoridades que cumplan su función. Hace falta mejor infraestructura, caminos, escuelas, puestos de salud, centros productivos, pero es gente que ya está viviendo en su tierra propia y contribuyendo con su trabajo al desarrollo del país”.

Aunque todavía falta mucho por lograr, explica. Y por eso se escuchan gritos campesinos resonando en las calles de la ciudad...

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