Durante una exposición técnica, Maldonado presentó datos actualizados de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) que evidencian que Brasil y Bolivia –vecinos directos de Paraguay– ya lograron el estatus de “país libre de fiebre aftosa sin vacunación”, tras un proceso de varios años de trabajo sistemático.
“El caso de Brasil y Bolivia no es una casualidad ni una decisión improvisada. Fue un proceso largo, con vacunación sistemática, vigilancia activa y pasiva, y controles rigurosos. Hoy lograron erradicar la enfermedad y ya no vacunan”, explicó el técnico de Senacsa.
En ese sentido, destacó que Paraguay está rodeado en el norte, este y sur por países o zonas libres sin vacunación, lo que reduce significativamente el riesgo externo. “No podemos decir que es riesgo cero, pero es un riesgo despreciable en términos regionales”, afirmó.
Maldonado remarcó que la fiebre aftosa está distribuida en siete grupos de virus (pools), de los cuales Sudamérica solamente tiene circulación del denominado pool 7, propio de la región. “Actualmente, nuestra vacunación solo protege contra ese grupo. Estamos completamente desprotegidos frente a los otros seis virus que circulan en Asia, África y Europa del Este”, advirtió.
Además, explicó que “en un escenario donde el 85% del ganado de todo el continente americano –desde Canadá hasta Ushuaia (Argentina)– está libre de fiebre aftosa sin vacunación, la sostenibilidad técnica y científica de continuar vacunando en Paraguay se vuelve difícil de sostener”.
En cuanto a la evolución histórica del estatus sanitario regional, Maldonado recordó que desde la creación del Plan Hemisférico de Erradicación de la Fiebre Aftosa (PHEFA), en 1988, los países del continente avanzaron gradualmente hacia la erradicación de la enfermedad. “En 2011 ya se observaban regiones libres sin vacunación en Brasil, Argentina y Perú, y hoy, en 2025, el panorama es aún más favorable”, subrayó.
En conclusión, Maldonado recomendó que la estrategia ya no se centre exclusivamente en la vacunación, sino en sistemas de alerta temprana, análisis de riesgo y vigilancia eficiente. “¿Por qué seguimos vacunando, si nuestros riesgos externos e internos están en una condición favorable. La respuesta técnica y científica es que no deberíamos seguir haciéndolo”, concluyó.