Sin embargo, ese acto, sorprendentemente, no se dio. En vez, vimos un ex candidato que quiso encabezar las protestas y acusaciones de fraude electoral lideradas por el otro ex candidato a la presidencia, Payo Cubas. Una aspiración fallida que contrastaba de manera evidente con su anterior narrativa de que esas elecciones fueron las mejor controladas por los funcionarios de mesa, apoderados y veedores de la oposición.
El balance que hacemos es que, independientemente de cualquier otra consideración, ese momento perdido tenía que ver con el líder y su propio examen de conciencia. Se trajo mucho a colación el caso de Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y su decisión de convocar a elecciones después de la derrota de su partido en las elecciones en las comunidades españolas. No hubo titubeo, y se puso la suerte del gobierno en funciones a disposición a la decisión del pueblo soberano. Sin embargo, en este caso, parece mejor recordar la decisión del otro político español, Pablo Iglesias, de Unidas Podemos, que, después de su estrepitosa derrota en las elecciones que se realizaron en la comunidad de Madrid, se retiró de la política y dio paso a una nueva dirigencia dentro de la izquierda.
El ex candidato ha racionalizado su rechazo a un examen de conciencia recurriendo a la inacabable guerra de posiciones que caracteriza al PLRA. No renunció porque eso significaría entregar el partido al cartismo, aludiendo a la alianza que se dio entre el llamado “llanismo” y el movimiento liderado por el ex presidente Horacio Cartes, Honor Colorado, en el pasado periodo parlamentario, de 2019 a 2023. Los acérrimos críticos de Efraín Alegre dicen que esa es solo una excusa para no tener que enfrentar las acusaciones de malos manejos administrativos de los fondos del partido durante su periodo en la presidencia del partido.
Se espera una resolución de la situación en la Convención del PLRA este domingo 6 de agosto 2023. Lastimosamente, y como consecuencia de la falta de un paso al costado digno, se habla no de “renuncia” del dirigente, sino de “destitución”. A todas luces, lo sensato para evitar la polarización sería hacer un paso al costado, renunciar y dejar que las fuerzas y liderazgos existentes aborden los problemas políticos del partido. Justamente, una de las debilidades del ex candidato es que no acaba de reconocer que existen otros en el partido y que él no es un factor indispensable para encausar al liberalismo en este nuevo ciclo político.
Esta crisis del PLRA es solamente una pieza de algo aún más grave que está sucediendo en el seno de la oposición. Hoy se enfrentan a un partido hegemónico que está haciendo uso y abuso de su preeminencia para seguir impulsando el proyecto neoliberal conservador, y al mismo tiempo blindar a su líder, el ex presidente Horacio Cartes, de cualquier rendición de cuentas ante la justicia. Cruzada Nacional ha venido a deteriorar aún más la calidad de la política, el Frente Guasu está desarticulado y quedan piezas del tercer espacio jugando a una política declarativa con poca incidencia en las decisiones concretas. Ante eso, queda la pregunta, ya planteada varias veces, que la oposición se tendría que desplazar del parlamento a la acción ciudadana, liderada por organizaciones de la sociedad civil, los medios de comunicación, y los movimientos sociales. Todas alternativas que no mirarían a los grupos parlamentarios de la oposición como puntales de la resistencia. El PLRA ha perdido contacto con esa vertiente y por más que la Convención logre encausar su interna por mejores derroteros, su sobrevivencia como alternativa política no está garantizada.
Analista político y consultor independiente.
Twitter: @escabcar