Aparentemente, el oficialismo colorado está dispuesto a hacer lo que sea necesario (y eso supone echar mano de todas las instituciones bajo su control) para mantener a flote al intendente Óscar Nenecho Rodríguez hasta las próximas elecciones municipales. La lectura que hacen es que la caída de Nenecho pondría en riesgo la retención de la capital en manos coloradas.
Evitar su salida en las actuales condiciones, sin embargo, es casi tan o más arriesgado que bajarle el pulgar. Puede repetirse lo que pasó con el ex gobernador de Central Hugo Javier, a quien defendieron con cuanta chicana política y jurídica tuvieran a disposición; pero los hechos de los que se le acusaban eran tan graves y evidentes que no pudieron impedir su derrumbe y el efecto arrastre que este provocó, infringiendo a los republicanos una dura derrota electoral en la gobernación más importante del país.
Pero, más allá de las posiciones cartistas sobre el culebrón de Nenecho, la cuestión de fondo es la que realmente asusta. La capital del país está quebrada. El dinero que recauda ya ni quiera alcanza para pagar la monstruosa clientela política que cuelga de una teta pública agonizante. La legión de funcionarios que se han venido multiplicando a la velocidad de la luz, con cada nueva administración ha crecido en la misma proporción en que Asunción se deteriora y despuebla.
La poquísima inversión en infraestructura ejecutada ha sido solo la excusa para justificar un endeudamiento descomunal que a esta altura no hay forma de pagar, salvo que los acreedores se queden con los nuevos lotes que surgen a partir del avance de la avenida Costanera, la zona llamada a convertirse en la más cara y coqueta de la capital. El temor genuino de muchos es que esto ya esté pasando, que las joyas de la abuela hayan sido rematadas antes siquiera de que los deudos asuncenos supieran del deceso.
Incluso allí donde sí hay inversión privada (la zona de Santa Teresa), la inversión pública brilla por su ausencia. Torres de acero y cristal reflejan un cielo limpio mientras abajo las aguas negras y pestilentes recorren las calles horadadas y sucias.
Asunción no solo está quebrada, es una capital fallida. No da la talla. Hoy es de lejos la más fea, ruinosa e ineficiente del Mercosur. Ya no se trata solo de sacar a un administrador de turno, todo el modelo de administración debe ser replanteado, empezando por la desparasitación de su nómina.
Hay que refundar este fuerte. Los sucesores vampíricos de Salazar y Espinoza lo refundieron.