19 abr. 2024

Todo el pueblo católico ya venera a su primera beata paraguaya

En medio de un desborde de devoción, Chiquitunga subió ayer a los altares santos en una fiesta repleta de fieles. Quedó chico el estadio.

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Imponente. Tanto el retablo junto al presbiterio como el retrato de rosarios de Chiquitunga deslumbraron a los feligreses que se dieron cita al evento ecuménico, superando las expectativas.

Una marea de fieles católicos colmó el estadio de Cerro Porteño ayer durante la fiesta de beatificación de María Felicia de Jesús Sacramentado, “mejor conocida como Chiquitunga”.

Esa expresión usó el cardenal Angelo Amato, prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos, quien vino al país con la misión exclusiva de declarar beata a la carmelita paraguaya.

Alrededor de 50.000 devotos llenaron las gradas del coliseo deportivo y los alrededores del césped. Centenares de personas se quedaron fuera, sin poder ingresar al abarrotado recinto.

Ovación y aplausos bajaban permanentes de las tribunas, durante la previa al rito de beatificación con las canciones dedicadas a la beata y un elenco teatral que recreó la corta e intensa vida de la carmelita.

A las palmas del público le acompañó una aclamación general al término de la lectura –en latín– de la carta apostólica: los presentes tenían en un folleto la traducción en castellano del decreto del Papa. “Sea llamada Beata, de ahora en adelante, y que el 28 de abril, día de su nacimiento en el cielo, pueda ser celebrada cada año en los lugares y modos establecidos”, leyó el purpurado dejando sentada así la fecha en que será recordada cada año la beata Chiquitunga. “Les traigo el saludo del Santo Padre. Él les recuerda siempre con cariño y les hace llegar su bendición”, dijo el enviado de Francisco antes de brindar su homilía centrada en el legado y anécdotas de María Felicia.

Ejemplo. En su sermón, el cardenal Amato señaló que Chiquitunga es un ejemplo de vida para todas las personas.

“Testigos hablan de una fe inmensa, convencida, expansiva que se exteriorizaba a través de todos los poros; que se manifestaba diariamente en la propia obediencia, en la caridad, la humildad de pedir perdón en lo que son los errores propios y por los demás”, refirió al valorar que en un periodo de convulsiones políticas, ella fue capaz de dar su vida por la fe.

“Tanto en la Acción Católica como en el convento siempre estuvo disponible para colaborar, para ayudar, para promover la concordia. Fue caritativa y generosa con los marginados, los ancianos, los pobres, los enfermos; algunos testigos la comparan con la Madre Teresa de Calcuta”, contó.

Santidad. Rescató que la beata “renunció al amor humano para entregárselo al Señor”, en un acto de oblación a Dios.

“Exhortaba a los sacerdotes a ser santos, después de todo, esta era su mayor aspiración: ascender día tras día en la escalera de la perfección hasta alcanzar la santidad. Chiquitunga renunció al amor humano para entregarse completamente a Dios”, remarcó.

Amato resaltó que toda la existencia de Chiquitunga está llena de episodios de bondad, caridad y humildad. “Es una verdadera biblioteca de santidad; una gran figura de joven generosa y alegre, viviendo integralmente su bautismo y su consagración religiosa”, definió y agregó que en su prédica leyó “solo unas pocas páginas de la maravillosa antología de vida” de María Felicia.

Las cerca de 50.000 almas acompañaron el Padrenuestro en guaraní. Monjas carmelitas descalzas y un fray de la orden acercaron el cerebro incorrupto de Chiquitunga. El chico del milagro, Ángel Ramón, acompañó junto a su madre la procesión con la reliquia que, al final de la eucaristía, fue llevada en caravana hasta el monasterio de las carmelitas.