En realidad lo que no dijo es que Tacumbú es la descripción del país y del Gobierno que no es otra cosa que la Nación jurídicamente organizada (¡). Vivimos como en esa cárcel. 40 guardiacárceles controlan un penal de 4 mil, esto ya nos debe llamar la atención. El negocio no es cuidar a nadie sino hacer que la sociedad delincuencial funcione sin que nadie quiera salir de ella. Si los 4 mil quieren armar un motín lo pueden hacer, sin embargo están contentos. Adentro se divide por ingresos económicos y por los amigos que uno tenga. Hay pabellones por religiones y ellos están dirigidos por reos por narcotráfico que ponen las reglas internas. Igual que afuera.
Los gancheros se rebuscan en el mismo basurero del que extraen sobras de comidas y elementos reciclables como las botellas de plástico que con sabiduría e imaginación se convierten en platos donde comen lo que puedan. El negocio funciona a todo vapor al punto que el celador-recluso puede conquistar a una dama y hacerla su socia en la preparación de la comida de fin de semana. Se garantiza el delivery a quien no quiera bajar hasta el comedor. El cocinero logra con este negocio ganar casi 15 millones por mes, con lo que supera los ingresos normales del director del penal. Ahí adentro como afuera las cosas se dividen en función de los amigos que se tenga para sobrevivir lo mejor que se pueda. Las tiendas de abarrotes ofrecen de todo. Desde drogas, tragos, comidas, ropas y los servicios son amplios que van desde las peluquerías, tatuadores e incluso lavanderías, de nuevo el negocio del condenado por drogas, cocinero y verdadero regente de una parte del penal. Tacumbú en realidad es una metáfora del Paraguay.
Los marginales viven como tales durmiendo bajo un tinglado y volando con las drogas que pueden acceder. Guardiacárceles y reos conviven en amable camaradería y en una asociación comercial que rinde pingües beneficios para todos. Adentro es una cárcel modelo digna de estudio de los manuales de ciencias penitenciarias. Afuera, la ministra de prisiones después de ver el documental solo faltó que dijera que habría que tirar una bomba y acabar con Tacumbú pero afirmó que lo mejor que le puede pasar al lugar es que se clausure y se destruya. De nuevo, adentro o afuera es la misma cosa si vemos cómo está estructurado el Estado y sus 350 mil empleados y lo que quisieran mucho que pase con ese monstruo.
Vivimos todos en un país-cárcel. Creemos que convivir con el crimen y la corrupción es la normalidad porque hay que sobrevivir como se pueda. 80% de los reos no tienen condena y a la Justicia no le importa, tampoco a nosotros. La dejadez, el abandono, la suciedad, el desorden y la injusticia son el paisaje cotidiano de millones en esta Tacumbú pandémica cuyo retrato solo nos ha devuelto el rostro del país que habitamos. Si no nos incomoda vivir así la cuestión continuará, total para muchos ese depósito de seres humanos es la mejor condena que pueden recibir por su faltas no comprobadas. Ahora bien, la pregunta es: ¿Los reos somos nosotros o ellos?