Cuando en la Cámara de Diputados ingresó un proyecto de ley para crear la Dirección Nacional de Ingresos Tributarios (DGIT), no existía demasiada información al respecto, a pesar de que la iniciativa pretendía fusionar dos instituciones públicas monumentales, como lo son la Subsecretaría de Estado de Tributación (SET) y la Dirección Nacional de Aduanas (DNA). Ambas constituyen prácticamente las regentes de la recaudación del Estado paraguayo, pero a un grupo de legisladores no les importó demasiado debatir e informar para darle media sanción.
Como si pareciera una broma, la propuesta apenas contaba con raudos dictámenes de las comisiones de Equidad Social y Género, y de Justicia, Trabajo y Previsión Social, supongo vistos buenos imprescindibles para cualquier intento de normativa de semejantes características. Es decir, no importaba que el proyecto no tuviera el análisis de otras como Asuntos Constitucionales, Asuntos Económicos y Financieros, Legislación y Codificación, Presupuesto, por citar algunas. No obstante, hay que reconocer que tampoco el aval de los comités de la Cámara Baja fuera sinónimo de sesudas disecciones jurídicas antes de llevar un estudio al pleno de una parte del Congreso, pero bueno, ni siquiera hubo debate previo. Entonces, no se explicaba tanta premura para su tratamiento y aprobación.
Además, no hubo mayores reclamos de los responsables principales de las dos instituciones que se pretendía mezclar. Es cierto, en varias ocasiones reclamamos que existan innumerables dependencias en el Estado sin cumplir precisamente correctamente sus funciones, pero no sé hasta qué punto es bueno centralizar tantas tareas en una superdirección sin haber debatido la propuesta.
El proyecto de ley prácticamente plantea una reforma del Estado en materia de recaudación, pero no escuché que lo hayan tratado de esa manera, aunque sí hubo una mesa de trabajo con senadores y varias instituciones públicas y privadas donde se planteó esa preocupación. Sin embargo, a los legisladores de la Cámara Alta se los veía un tanto resignados porque son minoría en el Senado de la República, e incluso acusaron que una minoría casi sin voz, ¡qué grave! Y la democracia es el gobierno de una mayoría, pero que debe respetar a las minorías. En Diputados la minoría hasta sin voz la vimos con harta frecuencia en el periodo legislativo pasado, donde el propio presidente de la Cámara cortaba el micrófono o cerraba el debate, a pedido de la mayoría, cuando no gustaba lo que se iba a escuchar, e incluso suspendieron a una legisladora por decir la verdad que duele, pero blindaron a procesados por la justicia, o dieron permiso a quienes tenían que ir a prisión.
Volviendo a la intención de crear la superdirección, en el Senado, algunos avisan que la propuesta establece autonomía y autarquía para la DGIT, lo que significa que podrá elaborar sus normas y administrar su propio presupuesto, lo que a su vez conlleva una “delegación legislativa en normativa que se va a desconocer”. Entonces, ¿el Congreso para qué? También cuestionaron que el plan fue presentado sin datos, y así es, no hay números sobre el ahorro que implicará para el Estado, o sobre el perjuicio que causa tener dos instituciones actualmente, pero se sabe que son por lo menos 80 años de legislación que serán modificados con menos de 15 páginas.
Cuidado, que ahí no termina la cosa, también en el Congreso acaban de presentar el proyecto que pretende fusionar el Ministerio de Hacienda, la Secretaría de la Función Pública (SFP) y la Secretaría Técnica de Planificación (STP), y crear el Ministerio de Economía y Finanzas, parece un superministerio. Ah, olvidaba mencionar que los planteamientos vienen del mismo sector, así que también creo conveniente mirar un poquito los antecedentes, ¿cuál es el objetivo real de los proyectos presentados?, pero para qué preocuparse, ¿verdad?, con políticos ocupados en el bien común y que solo están buscando mejorar nuestra calidad de vida.