El tema de la pobreza es una cuestión lacerante que sigue afectando a una gran porción de nuestra sociedad.
Es cierto que si tomamos como base el año 2002 cuando más del 50% de la población se encontraba bajo la línea de la pobreza, los avances han sido significativos en el país, pues se ha logrado reducir la pobreza a la mitad de esas cifras tan escandalosas.
Sin embargo, no es menos cierto que el ritmo de reducción de la pobreza se ha estancado en los últimos años. En números concretos, el dato oficial habla hoy de un 26% de la población que está bajo la línea de pobreza, es decir, unas 1.800.000 personas.
Los datos también nos muestran que en más del 80% de los casos, la salida de la pobreza se explica por el mayor ingreso de las personas provenientes de alguna actividad laboral. Esto a su vez tiene que ver con la mayor actividad económica y el sostenido crecimiento del país en los últimos años.
Ahora bien, también está demostrado que el crecimiento económico por sí solo es una condición necesaria, pero no suficiente para la reducción continua y sistemática de la pobreza. Es aquí en donde entra a jugar la política pública.
El gasto social ha venido creciendo sostenidamente en nuestro país, lo cual es muy positivo, pero el impacto real de dicho gasto tiene aún serios problemas de eficiencia.
En dicho sentido, existen tantos espacios en donde el sector público –y, por ende, todos nosotros– puede ganar muchísimo en eficiencia si se abriera más a incorporar innovaciones que muchas veces nacen en el sector privado. En conjunto, dentro de la lógica de asociaciones público-privadas se puede llevar a escala dichas innovaciones.
La Fundación Paraguaya es una entidad privada que trabaja en el país desde hace más de 33 años.
En los últimos años ha desarrollado una metodología para la eliminación de pobreza denominada “el semáforo de la pobreza” que ha resultado extremadamente eficiente y eficaz para el objetivo que persigue.
La misma toma como la unidad de medida a la familia y no a los individuos, y esta se convierte en el eje de acción de todo el programa.
La familia se autoevalúa a través de instrumentos sencillos y bien claros en cuanto a su propia situación de pobreza, pero no solo en términos de ingresos monetarios, sino en 50 distintos indicadores, basados en la idea de que la pobreza es en realidad un tema multidimensional.
Pero lo más poderoso es lo que viene a continuación, pues son las propias familias las que definen a partir de una suerte de mapa de vida, como se “agenciarán” para salir de la pobreza en cada indicador que definan. Es decir, la solución parte de las propias familias, empoderándolas y escapando de la lógica puramente asistencialista.
La metodología tiene varios otros componentes muy valiosos y ya está siendo implementada en unos 25 países del mundo, en África, América Latina, Asia e incluso en ciertas zonas de Inglaterra y Estados Unidos, que también enfrentan situaciones de pobreza en muchos aspectos.
En el Paraguay, más de un centenar de empresas privadas lo están implementando internamente como un programa de eliminación de la pobreza multidimensional de todos sus colaboradores.
Asimismo, se viene aplicando esta herramienta en toda una comunidad de 1.000 familias en el Chaco paraguayo con resultados muy alentadores.
En fin, una de las grandes ventajas del sector privado es precisamente su capacidad de innovación, pero la política pública puede llevar a escala nacional algo que funciona y tiene impacto.
En el tema eliminación de la pobreza tenemos una gran oportunidad aguardando en nuestra propia casa. ¡Aprovechémosla!