Elías Piris
epiris@uhora.com.py
Después de que el advenimiento del punk rock haya cambiado las reglas, o mejor dicho, las haya roto en los setenta, una nueva ola de bandas se hacía sentir en la escena underground de Reino Unido.
El rock progresivo, erudito, puntilloso y rimbombante de la década pasada había dado un paso al costado y un nuevo sonido, simple, agresivo y cambiaba la imagen de la nueva era.
Es ahí que aparece Joy Division, la banda de Manchester capitaneada por Ian Curtis, un personaje con una particularidad: sintetizaba en su música toda la frustración y hastío personal de una nueva generación de posguerra que había dejado el flower power hippie de lado.
La depresión, eterna compañera de Curtis estuvo reflejada en todo momento en sus composiciones, solo basta con escuchar canciones como Day of The Lords o She lost Control para darse notar esa atmósfera oscura que va desde la lírica hasta la armonía, que dejaba entrever la mezcla de existencialismo y locura que coexistían en un solo ser, que bailaba convulsionando y se desvanecía después.
Joy Division sonaba y seguirá sonando contundente, directo, visceral, esa es la estela dejada por su líder e ideólogo, Ian Curtis, que hoy cumpliría 56 años, si no tomaba la brusca decisión de partir por cuenta propia en 1980, dejando una serie de interrogantes sin cerrar.
Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que el amor hacia Joy Division, volverá a destrozarnos otra vez..
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