NATALICIO TALAVERA, GUAIRÁ
En una jornada donde la fe y el amor se fundieron en un solo sentimiento, 101 parejas del distrito de Natalicio Talavera, en el Departamento del Guairá, sellaron su unión ante Dios en una multitudinaria boda comunitaria organizada por la Fundación Santa Librada. Con esta nueva edición, la institución llegó a las 5.000 uniones conyugales, consolidándose como una de las organizaciones con mayor impacto espiritual y humano del Paraguay.
El emotivo evento se desarrolló en el tinglado municipal, donde los aplausos marcaron el inicio de una ceremonia cargada de simbolismo. El acto religioso fue presidido por monseñor Edmundo Valenzuela, arzobispo emérito de Asunción, junto al obispo Miguel Ángel Cabello, de la Diócesis de Villarrica del Espíritu Santo, y varios sacerdotes de la región.
Durante la misa, los prelados recordaron que el matrimonio constituye la base sagrada sobre la cual se edifica la familia, e instaron a los presentes a vivir su compromiso con fidelidad, respeto y amor mutuo.
“El matrimonio no es un simple acto social, sino un pacto ante Dios, un paso de fe que transforma la vida de dos personas”, expresó monseñor Valenzuela, quien exhortó a los nuevos esposos a construir hogares sólidos y guiados por los valores cristianos.
Servicio de amor. El responsable de la Fundación Santa Librada, Luis González, destacó que el propósito de la institución es ofrecer una oportunidad igualitaria a todas las familias paraguayas. “Cada viernes realizamos bodas comunitarias en distintos puntos del país. La Fundación cubre todos los costos, documentación, trámites civiles, ornamentación, atuendos y banquete para que las parejas puedan vivir un día inolvidable sin preocuparse por el aspecto económico. Es un trabajo conjunto con la Iglesia y las comunidades locales”, explicó.
González añadió que el calendario de bodas comunitarias para el 2025 ya se encuentra totalmente agendado, y que el desafío para el 2026 es alcanzar las seis mil familias beneficiadas. “Este es un servicio de amor y compromiso con el pueblo paraguayo, porque creemos que fortalecer la familia es fortalecer la sociedad”, puntualizó. La jornada culminó entre cantos religiosos, abrazos y lágrimas. Las parejas, vestidas elegantemente y rodeadas de familiares, celebraron no solo su matrimonio, sino también el valor de la familia como pilar de la sociedad. En un contexto donde las dificultades económicas muchas veces postergan los sueños, la Fundación Santa Librada se erige como un puente de esperanza que convierte la fe en acción y la solidaridad en amor tangible.
“Dios nos bendice”
Entre los nuevos esposos, sobresalió la historia de Castorina Brítez y su pareja Abdón Brítez Portillo, oriundos de Vista Alegre, Independencia, quienes tras 34 años de vida en común, siete hijos y tres nietos, decidieron finalmente formalizar su unión. Conmovida, Castorina expresó que la pobreza fue durante años un obstáculo para cumplir ese sueño. “Siempre quisimos casarnos, pero nunca podíamos. Hoy, gracias a esta oportunidad, sentimos que Dios nos bendice después de tanto tiempo. Vamos a animar a otras parejas a dar este paso, porque trae paz al corazón y unión en la familia”, manifestó.
“Para el hogar celestial”
Otra historia que capturó sonrisas fue la de Elizabeth Paredes y Ricardo Benítez, quienes llevan cinco años juntos. Su historia de amor comenzó de una manera moderna, pero profundamente humana: “Nos conocimos en un rezo en honor a Santa Lucía, en Mauricio José Troche. Después de eso, Ricardo me buscó en Facebook, me envió una solicitud de amistad y empezamos a hablar. Así comenzó todo”, relató Elizabeth, al tiempo de agregar que casarse no es para lucirse, sino para estar bien delante de Dios. “Somos pasajeros en esta tierra, y hay que prepararse para el hogar celestial”, indicaron.
“Nuestros hijos nos impulsaron”
Nidia Figueredo y Víctor Silvero, de Primera Línea, Natalicio Talavera, compartieron su historia de amor forjada en la sencillez del campo. “Nos conocemos hace 26 años y tenemos tres hijos. Fueron ellos, nuestros hijos quienes nos impulsaron a casarnos, porque siempre soñaban vernos vestidos de blanco. Si era por nosotros, no íbamos a poder; trabajamos en la chacra y el dinero no alcanza”, contaron.
“Nos conocimos siendo vecinos, y con el tiempo aprendimos que la constancia, el respeto y la fidelidad son lo que realmente sostiene a una pareja”, añadió Nidia, con la mirada fija en su esposo.