Un escenario favorable para que gobierne sin obstáculos y lleve adelante sus planes sin contratiempos políticos. La disidencia colorada está doblegada y la oposición no tiene la fuerza (en votos) siquiera para forzar negociaciones. Sí, da pelea política ante el acelerado avance autoritario que se manifiesta en distintos frentes.
De hecho, los graves problemas que tiene el gobierno no han sido provocados por la oposición, sino por la ANR. Todo presidente colorado duerme con el enemigo colorado.
PUNTO DE INFLEXIÓN. Hace una semana, el oficialismo cerraba la convención colorada con éxito total. Habían logrado el consenso para los tribunales Electoral y de Conducta. No hubo voces discordantes (la disidencia estaba allí sin chistar porque si no puedes con tu enemigo únete a él) y la bancada colorada del Senado se fortalecía con la incorporación de ex payistas y Patrick Kemper. De 23 votos, pasaban a 27, al que deben sumarse los 4 ex liberales. Una mayoría cómoda para hacer y deshacer.
Que la convención haya evitado tratar la expulsión del ex presidente Mario Abdo y el debate sobre la reelección hablaban de una tregua y un camino hacia el pacifismo partidario para dar tranquilidad a Santiago Peña. “La salud de la República depende de la salud del Partido Colorado”, definió con precisión Horacio Cartes. La reciente historia confirma esta frase: Las grandes crisis políticas del poststronismo estallaron con las disputas entre colorados porque es la guerra del poder real (negocios lícitos e ilícitos). Se matan entre ellos, como sucedió con el vicepresidente Luis María Argaña en 1999.
SEÑALES PREOCUPANTES. Los hechos van confirmando las sospechas sobre la verdadera agenda de la mayoría aplastante. No es para facilitar la agenda gubernamental, sino para ejecutar las revanchas y caprichos del ex presidente Cartes, a quien parece no importar que al gobierno de su delfín se catalogue como autoritario.
“(Cartes) está actuando de gallo pichado actualmente (...) Es el macho de América, él maneja la política como el guapo de las películas tangueras de barrio”, lo había definido en julio del 2017 Juan Carlos Galaverna. Parece que le han crecido las plumas.
El primer gran golpe fue el descabezamiento de la senadora, Kattya González, que generó la repulsa nacional e internacional. Incluso las fundaciones de ex presidentes de derecha hicieron su reproche. “Los miembros del Grupo Libertad y Democracia vemos con preocupación la actual situación política de la hermana República del Paraguay, que evidencia fuertes señales de deterioro en las instituciones democráticas y el Estado de Derecho en ese país”, señala un comunicado de una fundación a la que se adhirió recientemente Peña y que tiene como firmante estrella a Mauricio Macri, amigo de Cartes y supuesto socio comercial.
Otro grupo que reúne a ex presidentes de derecha (IDEA) emitió un comunicado en similar tono. Entre los firmantes aparece el ex presidente paraguayo, Juan Carlos Wasmosy, también socio comercial de Cartes. Señales de que el Senado cruzó la línea institucional.
HOJA DE RUTA. Lejos de tomar nota de estas alertas, el cartismo siguió su ruta de ultraje sin el mínimo reparo institucional, como la escandalosa absolución de la fiscala Stella Mary Cano por parte del Jurado de Magistrados (con mayoría cartista); la inédita y anticipada elección del senador Bachi Núñez como presidente del Congreso faltando tres meses para la finalización del mandato de Silvio Ovelar.
Cuando todo parecía paz en la ANR, el lunes los fiscales Aldo Cantero y Giovanni Grisetti imputaron al ex presidente Mario Abdo y otros 8 funcionarios por “revelación de secretos de servicio” y otros delitos, lo que alteró el ambiente y desató una guerra judicial que dibujó un pornográfico escenario de instrumentalización de la justicia. El escándalo de los chats entre Pedro Ovelar, el abogado de Cartes, y el fiscal Aldo Cantero, fraguando el caso no es sino la confirmación de la podredumbre del Ministerio Público.
La primera denuncia contra Abdo no fue por su “corrupta gestión” como repitieron durante la campaña electoral, sino para devolverle los derechos civiles y económicos a Cartes, quien con esta acción busca que EEUU levante las sanciones en su contra.
La frágil unidad republicana se resquebrajó. Mario Abdo, que se autoexilió desde agosto, apareció rodeado de su bancada, que aunque diezmada, le demostró que no está solo.
Para atizar, aún más, la tensión política, la amenaza a la prensa proferida por el abogado de Cartes, confirmó que los medios independientes están en la primera línea de los enemigos a destruir. Como aquello estuvo subido de tono, el presidente Peña salió a distanciarse de la agenda de su jefe político y dio su apoyo “incondicional” a la libertad de expresión.
Los hechos citados demuestran que el Gobierno está atascado en su propia arena movediza.
Lo que lleva a una interrogante inquietante. Si la ANR, y especialmente, el cartismo, tiene la hegemonía absoluta del Estado, la venia de los poderes fácticos, ¿por qué la agenda paralela de Cartes sigue pesando sobre la agenda del Gobierno?
¿Por qué se empecina en ponerles anclas a su delfín impidiendo que despliegue sus alas?
¿Por qué cava el pozo a sabiendas que estos episodios instalan una innecesaria inestabilidad política con efectos en la economía?
¿Por qué amplifica su voz para demostrar sin disimulos su influencia?
¿Por qué?